Por: Gonzalo Espin
Para Manuel
Marticorena, como reconocimiento y homenaje, por sus trabajos sobre las
literaturas amazónicas.
En
1918 Jenaro Herrera publica sus Leyendas
y tradiciones de Loreto[1], uno
de los primeros libros que remiten a la fabla popular que se registra de la
Amazonía e inaugura, según el decir de Luis Hernán Ramírez con “este volumen y
ese año, la narrativa amazónica
propiamente” (2011). Jenaro Herrera Torres
(Moyobamba 1861- Lima 1941) es considerado
como “uno de los mayores intelectuales de la Amazonía Peruana” (Ramírez),
que Manuel Marticorena precisa: “Jenaro Herrera es el primer escritor que
literariamente se preocupa en recoger esta veta cultural en nuestra Amazonía
acogiendo en sus creaciones los refranes, sentencias, anécdotas, dichos,
coplas, redondillas, sentencias, etc. , que sirve como afirmación latente de la
sabiduría del pueblo, habiéndose decantado y adquirido mayor belleza con la constancia.”
(2010:128). Cierto, pero hay que decir
que se trata de la escritura de la ciudad, esto es como los que empezaron
asentarse en los parajes amazónicos hicieron eco de los mundos cosmogónicos que
llegaban a sus oídos y que traducían en escritura. La de Jenaro Herrara no es la excepción, su
importancia radica precisamente en que se trata del primer documento que hace
la cartografía de las historias, anécdotas y leyendas que hay ese extenso
espacio que por entonces, y hasta no hace mucho, se identificaba como montaña y
en términos política como Loreto.
Leyendas y tradiciones de Loreto
se asocia a la “tradición” en el sentido que impuso Ricardo Palma, es decir,
entre la historia y la conseja popular, entre el documento y la voz pueblo, o
como quiere Herrera: “La tradición es, pues, lo que el idioma a la gramática;
es decir, la primera etapa para escribirla, la forma más sencilla que ella
tiene de exteriorizarse, el block aún no pulido y relativamente tosco que se
acumula para erigir después la estatua histórica” (XX). Trae 38 leyendas y
tradiciones, sigue lo que la gente sabe, conversa y tiene como memoria, pero al mismo tiempo, esta se
documenta, contrasta con la información que existe en viejos infolios como las
crónicas o memorias de misioneros o libros de la época que acusa para dar
consistencia a su tradición. La impresión final que deja el libro es que se
construye la cartografía de Loreto, un
retrato que hace visible la voz del
ribereño, en sentido de los herederos hispanos y los mestizos que se
posesionarios de estas tierras.
La
lectura que realizo es desde la escritura de la ciudad. Es decir, en el ánimo
de inventariar un discurso que se apropia de la Amazonía por criollos y
mestizos, y en los inevitablemente emergen los indios. Me interesa el documento
desde la parla popular ribereña y lo que la escritura de Jenaro Herrera recoge
como pensamiento compartido o imagen construida sobre el periodo del caucho: no
se ocupa, en consecuencia, ni será historia principal, se registra como
complementaria o como datos sueltos. El caucho involucra, para el periodo que
trabajo –fines del siglo XIX e inicios del siglo XX- a indígenas y empresarios
caucheros y lo que las empresas acometieron en los territorios indígenas.
Antes
de ingresar al tema corresponde hacer dos anotaciones: la primera tiene que ver
con la idea del indio, en el caso la producción de 1918 el indio aparece con una
larga historia, con identidad de pueblo y a la vez como una moninación propia
de la escritura de la ciudad letrada. En “Dominio de los incas en la región oriental del Perú”
(:61-70) afirma que los aborígenes “soportaron a través del tiempo dos
conquistas sucesivas” (61), inca y la española. Se detiene en la inca, esto permite caracterizar en general a los
indígenas como poblaciones que resistieron, aunque luego de su derrota,
adscribieron al imperio inca, aunque no fue generalizado, como en el caso de
los Chachapuyas en la que aparece un héroe huanca (Ancohuallo), en situación
similar los Mayorunas “los más (, que) prefirieron la libertad a la
subyugación” abandonan sus vegas, e irse a vivir “a los ríos Yavarí y Alto Trapiche” pero “no
conquistó(aron) a los indígenas Jíbaros,
Yahuarzongos, Omaguas y Cocamas, que quedaron siempre irreductibles”
(:64); resistencia que a su vez, en su
línea histórica –ya de la colonia- se puede apreciar en “Origen de los barrancos de Moyobamba”
(:53-59). En esta cartografía Herrera
identifica varios pueblos amazónicos como “tribus aborígenes”: “Huanca-chupachos,
Ishcaysingas, Chachapuyas, Cascayungas, Muyupampas, Mayorunas, Talabosos y
Motilones de los Lamas y de los Saposoas” (61), Jíbaros, Yahuarzongos, Omaguas
y Cocamas (Ocamas), Jeberos o Iquitos” (:73), que al mismo tiempo da cuenta de
su condición de “salvajes”, “desnudos e incivilizados” (64). Se califica a los
indígenas como “indios”, “aborígenes”, “indígenas”, “salvajes” y (71) “indios”
Ahora
trabajaré a partir de cuatro tradiciones: “El porqué de las plagas de Iquitos”
(:33-43), “La leyenda de El Dorado” (:81-91), “Historia de dos pretensiones
célebres” (: 102-118) y “Por qué en
Maynas se conoce a las ratas con el nombre de ‘bayanas’” (119-126). Veamos.
Herrera en “El porqué de las plagas de Iquitos”, que fecha “8 de diciembre de
1914”, recoge una tradición que explica los dones que ha otorgado el Dios cristiano
a los ribereños, en especial a Iquitos. En esta tradición, San Juan y Santa Bárbara
ascienden a los lares de dios para que les conceda buenas al pueblo de Iquitos,
así, sin excesos San Juan pide que estos no sufran hambre, que disfruten de un
buen clima, que posean abundancia y riqueza, asunto que lo hace con tino,
respeto y sumo cuidado, sin que se atolondre el Señor del todo:
–Pero,
Señor –replicóle San Juan-, yo quisiera para él [Iquitos] una especialidad
vegetal suya, eminentemente suya, entre los muchos dones o los que puedes bien
favorecerlo, dadas tu proverbial omnipotencia y tú nunca desmentida bondad.
–¡Pues
bien! Tendrá los preciosos árboles de la
Hebea brasilinesis (jebe fino) y Castilloa elástica (caucho), lo que con
el andar de los tiempos y los progresos de la industria y la navegación a
vapor, le llevarán una corriente continua de oro que le darán, no obstante su apartamiento,
una significación mundial y a cuyo impulso progresará, como por ensalmo, en
comercio, población e industrias, así como en categoría y rangos político,
económico y administrativo, de simple pueblucho que hoy tiene.” (:36)
Santa
Bárbara, por el contrario, atolondrada, desatinada y presurosa, no toma en
cuenta los gestos del Señor, y vuelve hacer una nueva petición, el resultado
será que en estas extensas tierras de la montaña hasta hoy, existen plagas.
Pero por fin, los criollos y mestizos son beneficiados con la bondad de Dios;
lo conseguido por San Juan, la especificidad de Iquitos; tendrán una riqueza
singular que advierte el destino del pueblo, que pasaría de pueblucho a pueblo,
pero sobre todo, que tendría una riqueza inmejorable y natural. Como se podrán ya imaginar para Jenaro
Herrera la idea de humano o gente, solo está asociada a los ribereños, es
decir, a los migrantes que se instalaron en las riberas de los ríos y construyeron
los poblados del siglo XIX. No están para nada los indígenas y si aparecen, serán exóticos y salvajes, o pertenecen a una
historia pasada. Dios seguramente no se equivocó
porque el pedido era para los criollos y mestizos que ya estaban construyendo
ciudades en esos lares. Entonces, la
primera imagen será la de un don otorgado por Dios, que transformará al Iquitos
en un pueblo próspero, que convierte al territorio indígena en ciudad de
blanco, mestizos y extranjeros.[2]
La
segunda tiene que ver con la memoria del caucho. Herrera anota en varias
ocasiones como un asunto polémico y controversial. Llamará la “candente
cuestión del Putumayo” y lo asocia a la “cuestión de límites” (:91);
y nos recuerda el explosivo asunto que la internacionaliza: “la famosa
campaña de difamación que se hizo en Europa contra el Perú, con motivo de los
exagerados crímenes del Putumayo, por péñolas asalariadas o interesadas
especialmente en fomentarlas en los diarios londinenses de ‘The Trude’ y el
‘The Dayly New’” (:43) y nos advierte
también que se trata de “los abusos que
aquí se perpetra en la industria
extractiva de la goma elástica, que es la más significativa y única si
se quiere.” (:43). Para entonces, las notas
de Herrera resultaban actuales y amenas, y seguían con atención lo que estaba
ocurriendo con el escándalo de Putumayo. Reconoce que se perpetraron “abusos”
por caucheros y acepta, al mismo tiempo, que lo ocurrido con los indígenas son
“exagerados crímenes”, es decir, execrables, que descalifiquen cualquier
empresa. Adicionalmente, en otra tradición, califica a los caucheros como
“hordas nómades y errantes” que “tan solo destruyen pero que nada edifican, que
talan las selvas y bosques en demanda del caucho” (:125).
Si
la Amazonía, Iquitos, aparece dotada por la voluntad divina y se ha producido
los excesos, estos no parecen tener un culpable tal como aparecen en la
documentación existente. Aparece más
bien la imagen del hombre emprendedor, pioner y patriota. Me voy a permitir
hacer una extensa cita de su tradición “Historia de dos pretensiones célebres”,
en que aparece en retrato de Arana:
“Julio
C. Arana, cauchero, comerciante y hombre público que ha tenido en Loreto los
negocios más extensos y en los ríos Yavarí, Yurúa, Purús, Acre, Putumayo y
Cahuinarí, tributario del Alto Caquetá, con casas comerciales en este puerto y
en el de Manaos y una flota de siete vapores que hacían tráfico entre ellos;
habiendo tenido la rara suerte, con su dinero y con su actividad industrial, de
peruanizar completamente el río Putumayo, como Nicolás Suárez bolivianizó la
hoya del Madre de Dios y casi toda la región NO de ese país, y organizó en
Londres la Peruvian Amazon Rubber
Company Limited, con un capital de 1.000.000 libras esterlinas, de cuya
sociedad fue presidente, alcalde municipal de Iquitos en 1902, presidente de la
Cámara de Comercio en 1901 y de la Junta Departamental en 1898 y 1901.” (:115)
Recuérdese
que Leyendas y tradiciones de Loreto
aparece en 1918, por momentos el narrador de Leyendas, declara el ahora en 1907, por ejemplo, cuando observa que
la principal materia de explotación y exportación es el caucho, “que justamente
constituye hoy [1907] la principal y más importante industria extractiva de
Loreto” (:122). Y cuando nos proporciona
el retrato de Arana lo pone como un empresario mayor y emprendedor, capaz de
establecer una inmensa fortuna y tranzar negociaciones con el capital
inglés. En el mismo contexto, deja
entrever, como parte del debate interno sobre el diferendo con Colombia, Arana aparece
como el patriota, el empresario que peruanizó en río Putumayo (cf. Paredes [1912]
2012:88). Ni una palabra sobre las oscuras relaciones de la Casa Arana, ni los
siniestros movimientos en los que Arana estuvo implicado y la forma como
finalmente no fue arrestado, tal como lo notifican las noticias posteriores,
que lo convierte en un representante del estado, Senador de la República.
[1] Cito por la segunda edición, de
la de Moyobamba 2003.
[2] La idea de tierra pródiga está
también en La Ciudad de los Reyes.
Referencias bibliográfica:
Casement,
Roger. Libro Azul Británico. Informes de Roger Casement y otras cartas
sobre las atrocidades en el Putumayo. Intr. Alberto Chirif. Trad. Luis Elvira
Belaunde. Lima: CAAAP Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica –
Grupo Internacional de Trabajo sobre Asuntos Indígenas (IWGIA), 2012.
Chirif,
Alberto. “Los caucheros y su pretensión civilizadora” en La defensa de los caucheros.
Iquitos: Monumenta Amazónica. CETA – IWGIA 2005. <http://www.ibcperu.org/doc/isis/8884.pdf>
Chirif,
Alberto (y) Cornejo Chaparro, Manuel (Ed.). Imaginario
e imágenes de la época dl caucho. Los sucesos del Putumayo. CAAAP Centro
Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica – Grupo Internacional de
Trabajo sobre Asuntos Indígenas (IWGIA), Universidad Científica del Perú, 2009.
Paredes,
Rómulo. “Los informes del Juez Paredes” en Chirif, Alberto (y) Cornejo
Chaparro, Manuel (Ed.). Imaginario e
imágenes de la época dl caucho. Los sucesos del Putumayo. CAAAP Centro
Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica – Grupo Internacional de
Trabajo sobre Asuntos Indígenas (IWGIA), Universidad Científica del Perú, 2009;
pp.75-133.
Dávalos
y Lissón, Pedro. (1904) La ciudad de los
Reyes. Época histórica de 1884 a 1895. 3ª ed. Lima: Instituto Nacional de
Cultura, 1989.
Herrera,
Jenaro. Leyendas y tradiciones de Loreto.
Primera serie, con 38 leyendas. Iquitos: Imp. El Oriente, 1918. Moyobamba: Dirección Regional de
Educación de San Martín/ Editores Asociados, 2003.
----.
Obra poética. Compilación y estudio
de Manuel Marticorena Quintanilla. Moyobamba: Gobierno Regional de San Martín,
2011 (Autores Clásicos Sanmartinense, v. 3).
Ramírez,
Luis Hernán. “Jenaro Herrera: primer
narrador” en Jenaro Herrera, Obra
poética. Compilación y estudio de Manuel Marticorena Quintanilla.
Moyobamba: Gobierno Regional de San Martín, 2011 (Autores Clásicos
Sanmartinense, v. 3). (Solapas)
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