miércoles, 20 de diciembre de 2017

Jaén y la cultura Marañón

Roberto Ochoa
Jaén es una ciudad cajamarquina con temperamento charapa. La temperatura supera fácilmente los treinta grados Celsius, pero las noches son frescas y agradables. Miles de motocicletas y camionetas de doble tracción transitan por sus pistas asfaltadas. Es una ciudad de prósperos agricultores y comerciantes procedentes de Piura y otras ciudades cajamarquinas. La urbe tiene buenos hoteles y mejores restaurantes, y está rodeada de inmensos arrozales con bosquecillos que crecen en las laderas de los contrafuertes andinos que rodean la ciudad.
Jaén es ahora la puerta de ingreso a la Amazonía nor-oriental, con un buen aeropuerto construido durante la Guerra del Cenepa, y que ahora es vital para el desarrollo pacífico gracias al Plan Binacional Perú-Ecuador. Recibe dos vuelos comerciales al día, pero la mayoría de turistas lo usa para dirigirse a Chachapoyas y visitar Kuélap, utilizando el nuevo teleférico.
Hace diez años, los pobladores de Montegrande, en las afueras de Jaén, se preguntaban qué hacían los “loquitos” que trabajaban en el cerro que servía como relleno sanitario del barrio. Tiempo después comprobaron que el sitio no solo estaba más limpio sino que daba trabajo a los vecinos y era visitado por autoridades políticas y académicas de la zona. La sorpresa fue mayor cuando trascendió el descubrimiento de restos arqueológicos que revelan la existencia de una misteriosa civilización amazónica, quizá la más antigua del Perú.
"Siempre se creyó que los montículos existentes en los alrededores de Jaén eran lomas naturales, y que las ocupaciones correspondientes a los Bracamoros (cultura desarrollada al norte de Cajamarca) solo estaban en la cima de estos montículos", dice el arqueólogo Quirino Olivera Núñez, director de las excavaciones.
"Pero los hallazgos en Montegrande prometen reescribir la historia del antiguo Perú", añade.
Las primeras excavaciones, en el 2010, revelaron que el ‘cerrito’ era un montículo piramidal que albergaba un antiguo templo de adobe y cantos rodados, con escalinatas de acceso a la parte alta, donde quedaban las columnas de concreto de un templo católico a medio construir. Conforme avanzaron las excavaciones y se retiraron las construcciones modernas, se fueron descubriendo escalinatas y pisos de color amarillo.
Quirino recuerda que al terminar la primera etapa de estas excavaciones "se había descubierto uno de los recintos arquitectónicos monumentales más antiguos de la Alta Amazonía del Perú, con un carácter público y religioso propio de una sociedad compleja, y con patrones artísticos y culturales inéditos en el área andina peruana".
Remolino de piedras
Cacao amazónico
Jaén galardonado
Cultura Marañón
En el 2012 se reanudaron las investigaciones y fueron apareciendo piedras alineadas en forma circular que previamente habían sido selladas con una capa de arcilla. Poco a poco los arqueólogos descubrieron que estas piedras estaban organizadas en forma espiral concéntrica, como un remolino pétreo, pero también se toparon con un hallazgo macabro: los restos de un hombre que habría sido sacrificado antes de terminar la obra.
Las excavaciones revelaron la existencia de un misterioso recinto en espiral o en caracol, construido con adobe y cantos rodados, nunca visto en la arqueología peruana, pero que sí tiene un precedente en Ecuador: el prestigioso arqueólogo Francisco Valdez halló en el 2012 una construcción similar ubicada en Palanda, muy cerca a la frontera con el Perú. "Esto demuestra que antes de la existencia de las fronteras que separan ambos países, en esta zona existió una antiquísima civilización que ocupó estos territorios unidos por el curso de los ríos locales", revela Olivera.
"La forma de espiral o caracol constituye un símbolo muy antiguo y universal en la historia de la humanidad", añade el arqueólogo peruano.
Al respecto, Santiago Uceda, director de Huacas del Sol y de la Luna, sostiene que “las relaciones bilaterales entre Ecuador y Perú forman parte del interés y esfuerzo de Quirino Olivera e investigadores de Ecuador. Reconocer que nuestros límites políticos son un producto actual y que estos no responden a los límites de las sociedades asentadas o desarrolladas en este espacio, antes de la llegada de los españoles y quizá de los mismos incas, es un aspecto fundamental en el estudio de la arqueología de la Alta Amazonía”.
Durante sus trabajos en Palanda, a orillas del río Chinchipe, el arqueólogo ecuatoriano Francisco Valdez descubrió una tumba en espiral similar a la de Montegrande. Al centro de la espiral se halló la tumba de un personaje con artefactos de piedra y cerámica. La doctora Sonia Zarrillo, de la Universidad de Calgari (Canadá) descubrió gránulos de almidón de cacao en estos artefactos. Los fechados de Carbono 14 demostraron una antigüedad de 5,500 a 5,350 años, es decir, se trata del cacao domesticado más antiguo del mundo.
Hasta ese entonces el cacao domesticado más antiguo fue hallado en territorios mexicanos, pero el de Palanda es mil quinientos años más antiguo. "Se dice que el cacao fue la primera moneda de intercambio. Al igual que la concha Spondylus, su valoración económica reposa en el significado simbólico e ideológico que tenía para los pueblos amerindios. La evidencia monumental de Montegrande es sin duda una prueba fehaciente de la importancia cultural que tuvieron y que tienen aún los pueblos de la alta Amazonía", sostiene Quirino Olivera.
Los hallazgos en Montegrande demuestran que, al igual que en Palanda, al medio del recinto arquitectónico en forma de espiral estaría ubicada la tumba de un personaje de la más alta jerarquía. El avance de las excavaciones permitió registrar las piedras colocadas para tapar la tumba.
Las zonas investigadas por Quirino Olivera, en Jaén Bagua, coinciden con los lugares donde actualmente se viene produciendo un cacao fino de aroma, exportado hacia los mercados extranjeros de EEUU, Francia e Italia.
"Hasta el momento no ha sido posible descubrir evidencias de cacao en Montegrande, pero los estudios realizados a los artefactos en forma de cacao, demuestran que, desde tiempos inmemoriales, el cacao mantuvo un alto valor simbólico para las culturas amazónicas, razón por la cual están representados en oro, concha Spondylus y piedra. El cacao –al parecer– fue la bebida de los dioses y fue utilizado especialmente en las ceremonias rituales, así como objetos mortuorios que acompañaron a los personajes de la más alta jerarquía religiosa", sostiene el arqueólogo.
Montegrande es hoy en día el mayor enigma arqueológico de la amazonía peruana.
Los trabajos de Quirino Olivera han motivado reportajes en medios de comunicación internacionales y ya mereció un galardón otorgado por el Fórum de Arqueología de Shanghai (SAF). Del siete al once de diciembre próximo, Olivera será premiado en esta ciudad china por sus recientes investigaciones arqueológicas en Montegrande, financiadas con aportes de la Municipalidad Provincial de Jaén y El Plan Binacional Perú – Ecuador.
El propio alcalde de Jaén, Walter Prieto Maitre, ha impulsado estas investigaciones. Ese apoyo ha servido para que Jaén sea elegida como sede del próximo Encuentro Internacional de Arqueología Amazónica (EIAA).
Pero Montegrande es apenas la punta del iceberg de los asentamientos arqueológicos vecinos a Jaén y Maynas.
En el complejo arqueológico de San Isidro –en las afueras de Jaén y cercano a Montegrande– el propio Quirino desenterró la tumba de un personaje denominado "El Señor de los Caracoles", junto con otros vestigios que sorprendieron a los arqueólogos: Los restos óseos de una mujer casi adolescente con un bebé en brazos...ambos decapitados. También se halló fina cerámica con iconografía Chavín, lo que demuestra la sofisticación de esta misteriosa cultura del Marañón y que respalda la teoría de Julio C. Tello –padre de la arqueología peruana– quien postuló el origen amazónico de las civilizaciones andinas.
Siguiendo la impecable autopista IIRSA-Norte, y casi en la frontera que une Cajamarca con Amazonas, se llega a las confluencias de los ríos Chamaya y Marañón. El primero de aguas claras y el segundo de aguas terrosas. En esa misma esquina existen aguas termales ricas en azufre y hierro. En la otra orilla sobresale una misteriosa loma cubierta de densa vegetación. Su presencia no guarda relación con el paisaje geológico de la zona y es ahí donde Quirino Olivera ha identificado otra huaca piramidal aún por investigar. "Construían grandes monumentos en la unión de los ríos –sostiene Olivera– y por aquí hay numerosos recintos aun por descubrir".
Casi en el cruce con Bagua está el complejo arqueológico Casual, a orillas del Marañón y rodeado de enormes arrozales. Durante las investigaciones se descubrieron bellos murales de colores semejantes a los descubiertos por Ignacio Alva en Huaca Ventarrón. También se hallaron restos cerámicos.
La cobertura de la zona excavada en Casual fue encargada a los nativos awajún, quienes instalaron una "maloca" con techo de palma que demostró ser mucho más fresca para los arduos trabajos arqueológicos. También se hallaron entierros de personajes dentro de grandes vasijas de barro. "Las costumbres y prácticas funerarias al interior de vasijas es un patrón que caracteriza a las culturas del bosque tropical", sostiene Olivera.
En el 2008, el arqueólogo carioca Eduardo G. Nunes investigó estas prácticas funerarias de la fase Marajoara, en la desembocadura del río Amazonas. Quirino Olivera, por su parte, se interesó en ritos funerarios de las comunidades Awajún del río Marañón, como la utilización del tunsho o "árbol barrigón" como proceso previo a la momificación de los cadáveres. Ricardo Morales, también director de las Huacas del Sol y de la Luna, aportó información sobre estas prácticas funerarias awajún con el hallazgo de una maqueta Chimú, donde se aprecia una procesión funeraria portando un "ataúd" en forma de tronco abultado.
Pero hay más. Siempre por la autopista, y rumbo al Pongo de Rentema, llama la atención el imponente paisaje de la confluencia del Marañón con el río Utcubamba. En la otra orilla se ven arrozales y una pequeña cordillera de montículos cubiertos de vegetación. Olivera los señala a la distancia y reconoce que se trata de uno de los yacimientos arqueológicos más enigmáticos de la zona. "Esos montículos no son naturales, son pequeñas pirámides o quizá montículos funerarios que esconden secretos sobre las antiguas civilizaciones amazónicas", añade, nostálgico, porque fue allí donde hizo sus primeras prácticas arqueológicas.
De retorno a Jaén y muy cerca a la ciudad de Bagua se encuentra el sitio arqueológico de Las Juntas, totalmente abandonado por la falta de presupuesto para continuar las investigaciones.
Y este es el principal problema que aqueja a la arqueología local. Si bien en Montegrande y San Isidro se logró el apoyo financiero de la Asociación Los Andes de Cajamarca y del municipio provincial de Jaén, todas las excavaciones fueron enterradas ante la proximidad de la temporada de lluvias y la falta de presupuesto.
• Arqueología de Jaén.
En esta ciudad del extremo norte de Cajamarca se encuentran los yacimientos de Montegrande y San Isidro
• Secretos de Bagua
Ya en la región Amazonas, muy cerca a Bagua, están los complejos arqueológicos de Casual y Las Juntas.
• En el lado ecuatoriano
Similares evidencias arqueológicas se han descubierto en Palanda y Zamora, cerca de la frontera con el Perú.
Fuente

La República
Domingo, 19 de Noviembre del 2017

martes, 9 de mayo de 2017

El quechua, único idioma centrado en el otro

Libro: The language of the inka since the european invasion

El antropólogo estadounidense Bruce Mannheim estudio durante años la lengua y llegó a la conclusión que esta lengua está enfocado en el prójimo, a diferencia del castellano, que tiene un tinte egocéntrico.

Según Mannheim si se le pide a un quechua-hablante y a un español que describan dos objetos que están contiguos, sus visiones serán completamente diferentes.

Es decir, si en una mesa se pone un celular y en la parte superior de éste, pero no sobre él, se sitúa un bolígrafo, la persona que habla español dirá que “el bolígrafo está sobre el celular”, sin embargo el quechua-hablante explicará que en la cabecera del dispositivo hay un objeto.

Estos podrían ser otro de los ejemplos de lo afectivo que es la lengua Quechua:


El tajante “hola” como saludo en Español no existe en el Quechua, sino el “Allillanchu” (¿estás bien?) que si denota interés por el estado del otro, esto refleja la naturaleza afectiva del Quechua y así también del hombre andino.

Lo mismo podemos decir de las despedidas:
“Adiós o chau”, parecen no existir en Quechua sino un “tinkunanchiskama” (hasta que nos volvamos a ver), que denota el deseo de volver a encontrarse en un futuro con la otra persona.

Hay que agregar a eso que el quechua es una lengua basada en la milenaria filosofía andina del ayni (ayuda mutua, cooperación). Por eso para entender esa filosofía y entender a la cultura andina hay que aprender quechua, que es sin duda una lengua única y muy dulce.

El dato

*Bruce Mannheim además de antropólogo es lingüista y es uno de los pocos estadounidenses que domina a la perfección el quechua, además habla español, inglés y francés.
Fuente: http://cronicasinmal.blogspot.pe
Revista Matices – 22 de Diciembre de 2.016

martes, 17 de enero de 2017

Estado y política indígena amazónica


Título del libro ⇝ Apus, caciques y presidentes: Estado y política indígena amazónica en los países andinos


Editores ⇝ Surrallés, Alexandre; Espinosa,  Oscar y Javin, David

Descripción ⇝ 273 páginas, ilustraciones, diagramas, mapas; 24 cm.

Editorial ⇝ IWGIA; IFEA; PUCP.
 Lima, 2016

"Con vistas a conseguir espacios de reconocimiento de sus derechos, de participación y de representación, el movimiento indígena amazónico en los países andinos se ha organizado desde la década de 1980 como una plataforma para interactuar con el Estado.

Ahora bien, el Estado es un ente complejo y heterogéneo. Se trata, por supuesto, del Estado central, en su variedad de poderes y ministerios, pero también los gobiernos regionales, provinciales y locales son igualmente importantes para las poblaciones indígenas amazónicas, alejadas de las grandes capitales. 

El Estado define así un territorio nacional como teatro de operaciones con una geografía de puntos en el mapa con un orden jerárquico: municipios locales en la base, capitales provinciales, regionales y, en la cima, la capital de unos estados históricamente centralizados.

Cada uno de estos lugares están a su vez ocupados por las diferentes instituciones, ministerios y poderes en que se divide el Estado según el modelo republicano compartido en sus fundamentos por todos los países andinos.

Estos diferentes niveles y estamentos imponen la práctica burocrática y el idioma jurídico como lengua de contacto, que las organizaciones indígenas mimetizan primero, reproducen después, e incorporan en sus relaciones con los demás. 

Este libro intenta analizar algunos aspectos de esta compleja relación entre las nuevas formas políticas adoptadas por los pueblos indígenas de la Amazonía en los países andinos y los Estados con los que interactúa."

Fuentes. Portales de editores

lunes, 16 de enero de 2017

Perú, reino de bosques

Un libro que te encantará con “imágenes impactantes registradas por los más destacados fotógrafos. 
Textos que armonizan la información científica, historias y poesía. 
Un emocionante recorrido visual y literario por los distintos tipos de bosques que alberga nuestro país, para orgullo de todas y todos” 
(Programa Bosques de Minam).



LOS BOSQUES HABLAN, Y SON POLÍGLOTAS


 Del casi millón trescientos mil kilómetros cuadrados que mide el Perú, setecientos treinta mil están cubiertos de bosques. Solo su franja amazónica representa cerca del sesenta por ciento de todo el territorio nacional. Nuestro país es uno de los diez más diversos del planeta y el porvenir de la vida depende de la conservación de esa fortuna. 

Sin embargo, contra lo que suele pensarse, la riqueza de un bosque no son sólo sus plantas, sino las relaciones químicas, físicas y sociales que se establecen entre las especies a partir de ellas. 

En términos ecológicos, un conjunto de árboles, por extenso que sea, no alcanza para ser un bosque. Una metáfora lo ilustra: para que logre serlo, incluso siendo pequeño, hace falta que sea de cuento, es decir que en él habiten personajes diversos, a la manera de héroes, y una historia de interacciones y dependencias, de singularidades. Todo ello sólo es posible tras millones de años de narración biológica, de evolución.

Por eso un bosque no puede inventarse, como pretendemos, ni mudarse de lugar. Tampoco es posible inventar sus animales, ponerlos allí para impedir que se extingan. Un oso de anteojos aprende a diferenciar tallos, ores y cortezas porque su madre le muestra, le cuenta. Es algo que nadie más puede enseñarle de igual forma. 

Se pueden liberar crías de manatí amamantadas con leche de biberón en los ríos donde ya desaparecieron, pero aún sería necesario que un par, un semejante, les enseñe su cultura. 

Los bosques tienen cultura, en efecto. Y un lenguaje que sólo ellos hablan. Son políglotas.

Ahora se sabe que los árboles cuentan su propia historia. Y la cuentan los ríos, los peces, las piedras, los insectos, los colibríes. Nuestros bosques han orecido gracias a ese lenguaje ininteligible, a su alfabeto de células, de millones de células. No es apenas otra metáfora. Gracias a su locuacidad, nuestros bosques han prosperado en una geografía vasta y nudosa, de nevados, volcanes, planicies, cañones, desiertos, lagos en las cimas heladas, ríos, cascadas, paredes de roca. Cada piso térmico, con sus condiciones atmosféricas únicas, moldeó un tipo distinto de bosque.

Y el hecho de que los Andes sean una formación montañosa longitudinal —que se extiende de Sur a Norte—, y no transversal como los picos del Himalaya —que se extienden de Este a Oeste—, solo le impuso otra singularidad a lo que ya era excepcional: latitud, esa medida que establece la distancia angular de un punto de la tierra con la línea del Ecuador. Uno es el paisaje forestal en una montaña al sur de Chile y otro muy diferente en una montaña al norte del Perú, incluso a pesar de estar en idéntica altura sobre el nivel del mar.

Una constancia de la disparidad sorprendente de nuestros bosques son sus especies endémicas, es decir aquellas exclusivas de un territorio, sin coincidencia posible con ninguna de otro lugar. 

Los endemismos del Perú incluyen centenares de aves, árboles, ores, an bios y mamíferos. En la lista de territorios con mayor número de especies únicas, nuestras áreas naturales están entre las primeras del mundo. El endemismo de insectos parece incontable. 

Sólo en la Amazonía, las copas de los árboles más altos atesoran un universo de bichos sin nombre, muchos de ellos ni siquiera vistos...



© Ministerio del Ambiente
Escritor: José Alejandro Castaño
312 pp.
Lima, 2014


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http://www.bosques.gob.pe/archivo/files/pdf/perureinodebosques.pdf