domingo, 26 de octubre de 2008

Ausencia de la Amazonía en la educcación nacional


Reflexiones para la diversificación curricular
Por: Gabel Daniel Sotil García

En la introducción del libro “Panorama Histórico de la Amazonia Peruana, una visión desde la Amazonía”, que escribiéramos con el historiador y periodista Humberto Morey Alejo, hemos expresado lo siguiente:
“Cuando repasamos cualquier libro de Historia del Perú, actual o antiguo, de los que son usados en ambientes escolares, universitarios o generales, es casi nula o muy escueta la información relacionada con la región amazónica que podemos encontrar” (1).
Por su parte, el profesor e historiador José Barletti Pasquale, en la presentación del libro anteriormente citado, expresa “Hace poco se ha publicado un voluminoso libro sobre la Historia del Perú, escrito por destacados historiadores nacionales. Al revisarlo, uno encuentra con tristeza, vacíos en lo que se refiere a los acontecimientos y procesos históricos que han tenido lugar en la Amazonía. De esta manera, una vez más, constatamos que la nuestra es considerada una región sin historia”. (2)
Por mi parte, agrego que no sólo los de historia carecen de información sobre nuestra región, sino todos los utilizados en la educación formal, incluidos los que son elaborados y distribuidos por el propio Ministerio de Educación.
Para mayor abundancia de certificación, hemos revisado tanto el diseño curricular básico que elabora el Ministerio de Educación para el sistema educativo nacional, así como muchos libros en los cuales se aborda, por ejemplo, el tema de los primigenios pobladores peruanos, o el de las culturas prehispánicas en el ámbito selvático, pero hemos encontrado que en su desarrollo, en el mejor de los casos, apenas se hace mención tangencial y deslucida a la existencia de los pueblos y las culturas de la Amazonía. De esa manera, el propio ente rector de la educación en nuestro país se hace cómplice de esta injusticia con la Amazonía, evitando dar importancia a estos Pueblos, aún estando presentes en la dinámica sociocultural nacional.
A partir de esta constatación, podríamos ensayar las siguientes hipótesis explicativas: en primer lugar, quienes los escribieron no disponían de la información necesaria o no le dieron mayor importancia o, en segundo lugar, simple y llanamente, en sus esquemas mentales la Amazonía es inexistente. En cualquier caso, inevitablemente, los alumnos peruanos se forman con una total ausencia de la selva como escenario real, actual e histórico.
Entonces, no es sorprendente que los peruanos (incluidos los amazónicos), en cualquiera de nuestros roles sociales, políticos, administrativos, académicos, etc. ignoremos a esta región; es decir, la tengamos como “no existente” en nuestro imaginario y, por lo tanto, no sea un referente de importancia en y para nuestras decisiones.
Salvo referencias a su exotismo, a sus peligros, al salvajismo de sus pobladores, al atraso de sus comunidades, a su aislamiento, etc. la selva, al parecer, no ofrece más motivos para ocuparse de ella. Y quienes vivimos en ella, incluso, no nos escapamos de esta parcialización y tergiversación de percepción de nuestra propia región. Por ello, el Dr. Marc Dourojeanni, en su libro “Amazonía, ¿qué hacer?” (1) Dice: “...la selva es apenas conocida por la mayoría de los peruanos a consecuencia de la pobreza, de las deficiencias de la educación pública y del bajo nivel cultural en general. A esta realidad no escapan ni aquellos de las clases sociales más pudientes, que se educan en colegios privados y que alguna vez han visitado Iquitos o algún otro lugar de la Amazonía. Más aún, la ignorancia sobre el tema alcanza inclusive a los que radican en las rápidamente crecientes urbes de la propia selva, los que en su mayoría, jamás han puesto un pié en el monte. Es así como la Amazonía continúa siendo, hoy como en el pasado, inspiración para las más disparatadas opiniones y fantasías”.
A despecho de nuestros mapas, que colocamos en aulas, colegios, oficinas, etc., en donde la selva aparece ocupando los dos tercios de la superficie de nuestro país y pintada generalmente con un imponente color verde, en nuestros esquemas mentales sólo existen la costa y la sierra como escenarios de hechos históricos y actuales.
Es decir, todo un caudal de acontecimientos, más grande que el mismo río Amazonas, queda fuera del conocimiento, análisis y reflexión de los peruanos, a causa del centralismo y de la obnubilación de la casta conformada por quienes tienen el poder, en sus diversas formas, en nuestro país y que se han formado con una visión obsoleta del mismo, de la cual son víctimas.
Una información de calidad tan deficitaria, con vacíos tan amplios y profundos, es evidente que no nos capacita socialmente para tomar adecuadas decisiones a fin de elaborar proyectos factibles que nos permitan superar las actuales situaciones de indetenible destrucción de nuestra riqueza ambiental y cultural y de incomprensible pobreza y extrema pobreza en nuestra región, muy a despecho de la abundancia de nuestra grandes potencialidades, recursos naturales que poseemos y de nuestros logros históricos, germinados en la intimidad más profunda de nuestra propia realidad amazónica.
(1) Pág. 19, CETA, Iquitos, 1990
Exposición del autor en el XI CONEED

martes, 14 de octubre de 2008








Vivencia Alto Amazónica
Notas sobre los Quechua – Lamas


Grimaldo Rengifo V.


Introducción


A cada Etnia le corresponde una forma del mundo. Cada pueblo tiene diferentes capacidades de percibir y sentir, y vive el mundo a su manera. El mundo no es único, existen tantos mundos como etnías existen, por ello nos parece que la noción de una cultura única y universal es impropia. La cultura es un modo singular de estar y criar el mundo y se distingue, de un pueblo a otro, por la particular manera que tienen sus comunidades humanas de vivenciar sus relaciones con la naturaleza.



Sin embargo, los pueblos no llegan a ser identidades con bordes precisos; no es fácil decir aquí empieza y aquí termina un pueblo que pertenece a una esfera cultural determinada.



Cada pueblo particularmente en la amazonía, por su propio modo de ser conversador, tiene mas allá de sus localismos, una apertura hacia otros pueblos que se expresan en un entretejido de relaciones que permiten el enriquecimiento de todas las culturas que hacen al pacha (tejido) cultural amazónico. No existe en este sentido culturas puras ni cerradas, pues todas, conservando su propio tono mantienen expresiones que a otras tradiciones, y que han sido recreadas dentro de su propia laya o modo de ser.


El modo de ser tiene que ver con la lengua, los gestos, las comidas, la vestimenta, la manera de hacer chacra, etc. pero también con las características que sume la conversación con el monte y el diálogo con sus deidades. Ninguno de estos aspectos vale por separado para definir a un pueblo.


En la amazonía alta existen numerosos grupos étnicos. La nuestra es una aproximación desde la cultura quechua-lamista, un pueblo que tiñe con su forma de vivenciar el mundo la vida de las poblaciones rurales asentadas en el piedemonte amazónico del departamento de San Martín, al punto que es difícil –desde la vivencia campesina- establecer vivencias culturales precisas entre los quechua lamistas y los demás pobladores rurales.


Llamamos selva alta o amazonía alta –o también rupa rupa- al espacio de intersección geográfica y cultural que existe entre los andes altos y la amazonía baja u omagua una región clave en el equilibrio ecológico de los dos grandes ecosistemas que la rodean y cuyos pueblos , en particular los quechuas lamistas comparten atributos de origen andino como amazónico. Cultivos y prácticas culturales de esta región corresponden al espacio amazónico como andino , existiendo los caminos de las semillas, que conectan de un modo fluido una región con otra. La originalidad propia se ha beneficiado de los aportes externos, destacando la gran capacidad de diálogo, intercultural de sus pobladores.

Esta zona ha sido y es, como muchas de la selva, influenciadas por el pensamiento y acciones modernizantes. La modernidad no ha surgido en Chazuta, pero en Chazuta como en Jepelacio o Tocache viven la modernidad (evangelización, monocultivo, escuela). Ciertamente somos protagonistas de la modernidad ella surgió en Europa occidental como expresión de una serie de fenómenos, lo que experimentamos aquí es la modernización , es decir el traslado compulsivo de una cosmología particular, que se erigió como la verdadera y única , hacia otras áreas del planeta, que tiene - como los quechuas lamistas- una manera particular de ver el mundo.
Este traslado compulsivo de una manera particular de ver el mundo es parte del fenómeno de colonización político económico, pero también cultural, que padecen todavía hoy nuestras poblaciones. La colonización no es una cosa del pasado, es su forma la que ha mutado. El colonizador en su versión inicial no está mas en estas tierras pero es un lugar común que la clase política local y las instituciones oficiales basan sus argumentos en una visión externa y ajena a nuestro modo ser , y por esta vía –propuesta como la única- limitan el brotamiento y vigorización de nuestras expresiones culturales propias.


Este artículo es un esfuerzo por sustentar una posición de respeto y cariño por nuestro modo de ser, el modo de ser de los quechua lamistas que en la práctica tiñe el modo de ser del selvático sanmartinense. Es un intento de presentarlo contrastando las cosmovisiones modernas con la local, en particular desde la firma que toman las relaciones entre el hombre y la naturaleza. Esto no quiere decir que no exista interacciones culturales.


De hecho hay elementos propios de otras culturas que están incorporados en la práctica cotidiana de los pobladores quechua lamistas. Pero estas prácticas se hacen desde una vivencia no fundamentalista que permite recrear lo ajeno desde la visión propia. La vida quechua lamista muestra que las incorporaciones no dan lugar a una muestra o mestizaje sino mas bien a una simbiosis en lo que `procura que lo externo se recre de modo saludable en el paisaje de la región. Este modo de ser de los denominados “nativos” es lo que nos permite hablar todavía, en la actualidad, de los quechua lamistas. Es eta visión propia del mundo que trataremos de mostrar a partir de algunos de sus rasgos.


LA VIVENCIA QUECHUA LAMISTA
Es esta vivencia, la naturaleza es llamada monte (sacha en quechua local), en la que viven una diversidad de animales, plantas ríos, pero también deidades. Estas deidades son llamadas mamas espíritus del monte, que son –en la visión corriente de los pobladores- seres con cualidades y características particulares que aparecen en ciertas circunstancias para conversar con los miembros de la comunidad, humanas o runas. Estos espíritus no son seres metafísicos, inmateriales y trascendentes, para el quechua lamista son patentes y evidentes, son los guardianes del monte. Cualquier incursión de chapaneo por miembros de la comunidad humana tendrá en consideración a estas deidades a quienes se les solicita permiso para acceder a los productos que nos brinda la sacha. Deidades son también los cerros, como el Waman Wasi, guardián protector de los quecha lamistas.

De este modo el mundo, en la visión del selvático de esta región, esta integrada por tres colectividades: la humana o runa, la naturaleza o sacha y la de las deidades o espíritus. Entre estas tres colectividades se establece una relación de conversación para la realización de cualquier actividad, sea para chapanear , realizar una sanación o para hacer chacra.. la chacra quechua lamista es una recreación de la naturaleza y como tal también es diversa; es decir alberga numerosos cultivos y variedades de cada cultivo y se los cria no en cualquier lugar, sino allí donde conviene, dependiendo de las características del terreno y de las circunstancias que atraviesa el agricultor . En la tradición hacer chacra implica pedir permiso al monte y a klas deidades para ello. Existe todavía una serie de secretos para la siembrede plantas que revelan una visión del mundo en la cual la voluntad del hombre no es suficiente, sino que además se debe tener en cuenta la luna, los ciclos de la naturaleza y una conducta humana que se sintonice con el modo de ser ce cada planta (el monocultivo es ajeno a la tradición).


Esta manera de estar en el mundo vive en sus prácticas agrícolas: en el chapaneo, en el mijaneo, en las festividades, en sus conversaciones, en sus cuentos, y leyendas y particularmente en sus rituales. A partir de ellos podemos hacer un esfuerzo de presentación para mostrar algunos de sus rasgos. La muestra no es la única ni la verdadera forma de hacerlo. Sólo es un camino cuya único propósito es abrir la conversación, especialmente en aquellas personas que han pasado por el sistema educativo y cuya percepción del mundo esta afectada por la manera moderna de apreciarlo. No es un artículo para campesinos y curanderos, pues de ellos aprendemos. Este artículo es para estimularla conversación en gente educada con ganas de de desaprender –como decía Gandhi- lo que la colonización nos inculca. De modo que lleguemos a estar en condiciones de establecer una relación de equivalencia con todos los paradigmas cognoscitivos actuales. Por esta razón es que hacemos una presentación contrastada y por cierto esquemática e inicial, entre ambas visiones del mundo.


MUNDO VIVO
“Cuando el monte escucha tiros se hace oscuro, se embravece” dice don Asunción en esta visión del mundo los seres que habitan la naturaleza tienen la cuyalidad de estar vivos y ser personas. El monte, como el agua y las lluvias no sólo son seres vivos, sino que son personas dependiendo de su intensidad la lluvia puede presentarse bajo su forma de macho o de hembra, para citar un ejemplo. Don asunción dice que el monte se embravece dándonos a entender con esta expresión que para el su pacha o mundo local no es inerte o sin vida, sino es un mundo de personas, un mundo sensible y emotivo capaz de reaccionar al mal o al buen trato. Es un mundo también con caprichos donde se vivencia lo inesperado como lo normal. Los miembros de la comunidad humana se sintonizan con las características que asume el monte y conversan con él sin ánimo de transformarlo, sino mas bien con ánimo de sintonizarse, de vivir en simbiosis con él. El selvático vive el monte en una relación de equivalencia profunda. “El monte no te da sino te conoce” nos decía Zózimo Shupingahua de la comunidad de San Miguel de Rio Mayo. El monte como cualquier persona requiere de un trato cariñoso, pide un precio acto de conocerse para poder dialogar, para poder redistribuir y reciprocar bienes. Zózimo agregaba que esta conversación se iniciaba con un ritual de invitación de un “mapacho” (cigarro de tabaco no industrializado), al monte, él nos decía que:

“Al cigarro primero se le fuma y ese pucho, después que terminamos, se le prende en una estaca en la misma trocha, o sea donde andas. En la punta de la estaca abres para que humee por los cuatro vientos se canta ikarus solicitando su
permiso".


“Pedir permiso” al monte, a un ecólogo moderno le puede sonar a creencias sin mayor sentido que recrear la tradición, pues para él cazar una mariposa no tiene mas pretensión que aumentar su conocimiento de la naturaleza, y si se trata de pedir permiso se pedirá al propietario del monte, pero no al monte mismo. El monte para él es un recurso, algo que está allí en la naturaleza para ser investigado; pero el monte no “habla”. La naturaleza habla en el experimento y sólo para contestar a las hipótesis del experimentador.


Es notorio en la visión del quechua lamista que una forma de vida participe también de otras, de modo que nadie es suficiente por sí mismo. Es sólo en la relación con su entorno que uno es alguien y puede realizarse.


Pero aún más. Toda forma de vida participa también de otras, es heterogénea en “sí misma”. Esto es particularmente relevante en los rituales. En una circunstancia en una deidad, como la yacumama, se puede presentar como runa, o un runa como otorongo sin que sea vivenciado como mutando de forma, sino como la emergencia de formas que anidad en un mismo cuerpo. Algunos clasifican estas expresiones como si se tratara de supersticiones, de creencias, es decir como algo que existe solo en la imaginación de la gente, tratando de este modo, la vivencia local, desde el lente de la objetividad racional.


MUNDO COMUNITARIO
“Todo depende de entenderse con la semilla. Son como nosotros, les gusta viajar y reencontrarse con su familias” dice don Viviano Ruiz, campesino de la comunidad de Las Flores, en el río Mayo. En la cultura Quechua Lamista todo tiene familia, todos estamos emparentados. El parentesco no solo es una cualidad humana, sino que es un atributo de todo cuanto existe, incluyendo por cierto, a las semillas. En la región es común escuchar que el agua tiene su madre la (yacumama). Esta madre no necesariamente es otra persona de características similares.la madre del agua por ejemplo es una serpiente. Igual que la madre del monte es la sachamama, otra boa descomunal.


Los parientes en la visión quechua lamista, no son seres necesariamente del mismo género o especie sino que pueden ser seres de especies diferentes. Aquí la madre del pan del árbol es un ser con características humanas, estamos en un mundo poroso, donde un ser puede al mismo tiempo y en las mismas circunstancia participar de los atributos del otro sin que necesariamente el que habla de este modo caiga en contradicción. En esta vivencia deidades como el yacuruna puede presentarse bajo diversas formas. . Entre los habitantes de esta parte de la selva hablar de este modo es la cosa más natural del mundo. Vivimos pues en un mundo de comunidad, una colectividad que no se agota en el ámbito humano sino que abarca todas las comunidades que conforman el sacha, así uno puede ser familia tanto de un ser natural como de un espíritu. Es de observar que la familia aquí es un concepto bastante amplio.

MUNDO INMANENTE
”El mashonaste es un árbol que tiene por madre a una vieja tipi tipi (rotosa). A la mamá se lo ve cuando se toma la purga” dice Rosmery Salas, del pueblo de San Antonio en el río Mayo. Lo sagrado, lo espiritual, en el mundo andino-amazónico no es algo que esta fuera del entorno real. Las deidades o espíritus son patentes y evidentes, es decir se muestran, están en el mundo y se les puede ver. Para acceder a este mundo la razón es un estorbo pues no se trata de explicar, es suficiente abrirse al mundo y dejar que este penetre por los sentidos en una relación marcada por la emoción.
Estos son estados normales en el mundo del chacarero, pero florecen cuando se toma la purga (plantas medicinales),. La visión se acrecienta y florece en el ritual , en las sesiones de Ayahuasca, o cuando se toma medicina. Todo el mundo sensitivo y efectivo alcanza su plenitud en estas ceremonias.



Lo espiritual no es algo que trasciende y que se accede por la fe en lo sobrenatural, sino por lo contrario, es patente, cercano e inmediato y puede ser percibido sensorialmente. Se trata del mundo de la precepción y la emoción que se despliega cuando se dieta cuando el cuerpo esta como dicen los campesinos, limpio. En este mundo no existe el más allá, lo sobrenatural; todo es naturaleza. La sacha es naturaleza como también lo son los humanos y los espíritus. Todo está acá.


En un mundo así se puede conversar con la naturaleza tal cual es.la naturaleza no es vista como una arcilla transformable a imagen y semejanza de una imagen ideada o de una utopía construida. Se vive el mundo sintonizándose con la naturaleza y los espíritus. En las comunidades quechua lamistas las actividades se empatan con los ciclos mismos de la naturaleza a diferencia de la visión moderna en la que el hombre se libra de la determinación de lo natural.


RELIGIOSIDAD PANTEISTA
Una de las cualidades centrales de la cultura Quechua lamista es su no fundamentalismo, su no presencia en una verdad única. Ausente de libros y textos sagrados, la religiosidad, ese modo de vivir con cariño y respeto a todo cuando existe, se despliega en las vivencias cotidianas y en las ceremonias rituales. A las deidades del monte a los cerros deidad se ha incorporado la religión católica con los santos, Cristo y la virgen María. En la mesa ritual del curandero nuestro están los santos y la cruz, incluso Dios, pero también están las plantas deidad, los espíritus de los maestros, curanderos y las ánimas de las plantas. Esta todo el microcosmos selvático. Esta conducta plural y respetuosa de la diversidad no ha tenido su correlato en las agrupaciones religiosas.

A esta religiosidad nativa se accede por la vivencia, por esa relación de inmediatez de las cosas que hace que uno y la cosa misma sean uno solo. Esta “fe popular” se expresa en el cariño y respeto a los ríos, a las plantas, las personas y las deidades cristianas. No se expresa a través de actos intelectuales y de adoración a seres invisibles y trascendentes.

MUNDO PANCULTURALISTA
Usamos la palabra cultura en el sentido que nos da la raíz de esta palabra, que viene del Latín: cultus, que significa, entre otros aspectos, cultivar. En la tradición de los pueblos quechua lamista se habla de cultiva y criar como sinónimos. Es común escuchar “estoy criando esta planta” como indicando: cultivo, protección aliento, amparo. Es decir no como una acción de transformación de la naturaleza para producción bien de consumo, sino como una relación de cariño, empatía y consideración a un ser vivo, a una persona que requiere cuidados para prosperar. Resto adquiere particularidades especiales cuando se trata de plantas deidad, vegetales que poseen atributos especiales en la sanación de los miembros de la comunidad humana.


Los curanderos y maestros saben decir además: “el que te ha curado no soy sino esta planta” como queriendo advertirnos que en esta visión del mundo no solo curan los miembros de la comunidad humana, sino también los miembros de la sacha o monte, es decir de la naturaleza, y también las deidades.


En este sentido el hombre cría a la naturaleza pero también se siente criado por ella. En resumen todos crían, y siendo así, el cultivo, la crianza no es una acción que se orienta a un sujeto activo a otro pasivo para transformar a éste último, sino una acción recíproca en la que al criar se es también criado. La sabidurías no es pues solo tener la capacidad de criar, de sintonizarse, de empatarse con la conversación , las prácticas y los gestos de los demás, sino está en la virtud de dejarse criar, de ser cultivado y sentirse no el rey de la creación, sino mas en este mundo.. Se accede al camino de la sabiduría si sabemos conversar no solo con los humanos sino también con la naturaleza y las deidades.


EL CAMBIO RECREATIVO
A diferencia de aquellos que ven las culturas amazónicas como mundos prístimos, puros e intocables en oposición al mundo moderno de cambios rápidos, de saltos cualitativos, y de perfeccionamientos sucesivos, deberíamos decir que los pueblos, de saltos cualitativos y de perfeccionamientos sucesivos, deberíamos decir que los pueblos de cultura original como los quechua lamistas también cambian pero el sentido y la orientación del cambio es diferente al cambio industrial moderno.


En principio se trata de comunidades agrícolas. La agricultura y con ella el monte son los escenarios que anudan a las demás, se puede decir que el núcleo de la vida se halla en la chacra y en el monte. En esta dirección el cambio es una mutación que sigue los ciclos de regeneración de la sacha. Una siembra no es igual de un año para el otro, pues lo que se hace se empata con los ciclos de los suelos y de la propia regeneración natural. No es un cambio artificial que sigue los ritmos de la producción industrial en su brusca transformación de los ciclos de la naturaleza, sino que cambia en conversación con los ciclos climáticos y astronómicos atados al ciclo agropecuario. La gente se guía por la luna para sembrar. Es una comunidad en la que no se ha obrado la independización de la naturaleza sino que es parte de ella. Las comunidades humanas acompañan a la naturaleza y se sienten acompañadas por ella.

En concordancia con lo anterior diríamos que el cambio es recreativo. Recrear es volver a lo de siempre pero de modo renovado.

Versión completa en el libro "Hacer brillar la chacra" Agricultura campesina Alto Amazónica San Martín.Páginas 113 - 140. Grimaldo Rengifo V. Editorial PRATEC



domingo, 5 de octubre de 2008



Los bosques en peligro: ¿el triunfo del pragmatismo?



Santiago Pedraglio

Los decretos legislativos 1090 y 1064, al permitir que los bosques desforestados (“tierras forestales sin cobertura boscosa”) sean vendidos y posteriormente dedicados a la agricultura, abren la posibilidad de que se incremente la deforestación en una medida sustantiva.
En el país hay aproximadamente 10 millones de hectáreas de tierras desforestadas, que representan alrededor de 14% del total de los bosques (más de 70 millones de hectáreas). Una evaluación apresurada llevaría a pensar que no hay motivo de alarma, pues “no es mucho” lo que se pretende vender.Sin embargo, hay dos apuntes claves. El primero es que antes de la dación de esos decretos el régimen legal permitía entregar en concesión las tierras deforestadas; la novedad es que ahora se da luz verde para su venta.
El segundo es que con esto se alentará la deforestación con el claro propósito de poder vender el bosque. Existe, pues, el riesgo de que se establezca un círculo perverso: que los intereses particulares arrasen con millones de hectáreas y que los 10 millones actuales se conviertan en una cifra del recuerdo.
La capacidad de control del estado sobre los recursos naturales y los bosques en particular es a todas luces deficitaria. Este hecho no es una novedad. Desde hace décadas funcionan en el Perú la tala y el comercio ilegales de la madera, y el estado ha sido un cero a la izquierda para controlarlos.
Es fácil imaginar qué sucederá con la deforestación cuando entren los grupos económicos más poderosos. El proceso tiene tanta fuerza que ya está en proceso la compra-venta de tierras en Ucayali, Madre de Dios y la selva central. El efecto de la deforestación masiva tendrá un gran impacto sobre la fauna y flora y sobre la población que vive desde siempre en esos espacios, por más que el gobierno considere que son inexistentes: se sigue pensando en la selva como una región desocupada.Los decretos mencionados tienen todos los visos de ser inconstitucionales. La Constitución señala (Art. 66), que el estado es propietario de los recursos naturales y que no se pueden vender. La Ley Orgánica de Aprovechamiento de Recursos Naturales considera, a su vez, que las aguas y las tierras forestales (con o sin bosque) son también recursos naturales y que por lo tanto tampoco se pueden vender (cosa que están permitiendo los decretos comentados).
Sería muy importante que la Defensoría del Pueblo, que tan importante papel tuvo
a propósito de la reciente protesta de las comunidades nativas se pronuncie
sobre este tema.
Fuente: Diario Perú 21