viernes, 3 de abril de 2009



En búsqueda de los camanos: Integrantes de un pueblo indígena peruano amenazados por exploración petrolera, si es que existen

IBC Perú

Jacob Flores tiene una historia que contar, que ya ha contado antes, y ahora, mientras deja sus botas de caucho embarradas a la entrada de la municipalidad del pueblo, se acomoda sobre una pequeña silla de madera para contarla una vez más “Ocurrió hace cuatro años”, dice el hombre de 62 años, cuando estaba cazando en la selva con su hermano y un amigo, a varias horas de su comunidad indígena de Puerto Azul.

“Estábamos tratando de seguir las huella de una huangana. Íbamos vadeando un arroyo corriente arriba”, recuerda Flores. “Yo iba adelante y los otros dos me seguían”. Fue entonces cuando lo vio, a unos 50 metros río arriba, en medio de la corriente: era un hombre alto y completamente desnudo. Su cabello era largo, como el de una mujer, y su barba, crecida. Le pareció a Flores que estaba tratando de atrapar peces, pues se inclinaba hacia adelante y metía las manos en la corriente, como queriendo coger algo.

Flores se levanta de un salto para imitar los movimientos del hombre, sus ojos, muy abiertos, describen la sorpresa contenida en aquel recuerdo. A la entrada del salón, un par de niños que se han acercado sin ser notados, escuchan la narración en silencio, transportados. "Cuando me vio, trató de escapar…” continúa Flores. “Cogió su arco y flecha, así, y continuó alejándose hasta desaparecer en la selva”.

“Camano” es la palabra que usan en Perú los indígenas Cacataibo, como Flores, para describir a los miembros de su pueblo que se mantienen en aislamiento. La mayor parte de los Cacataibo viven en poblados en la Selva central del Perú, visten ropa occidental y están aprendiendo castellano, pero la otra parte –su número es incierto, y su existencia es a veces cuestionada– se dice que lleva una existencia nómada en la selva.

Pese a que pocas personas los han visto, y nadie sabe lo que piensan sobre el tema, los Cacataibo en aislamiento son motivo de una viva controversia en la Amazonía peruana. A los activistas, antropólogos y miembros de los Cacataibo asentados en comunidades les preocupa la situación de esta gente solitaria, que corre grave peligro a causa de la actividad de madereros legales e ilegales, ganaderos y, más recientemente, de una compañía petrolera basada en Calgary-Canadá, que ha estado detonando líneas sísmicas, con miras a perforar pozos petroleros en el área.

Los Cacatibo en aislamiento son uno de los pocos grupos que, según se cree, sobreviven en el planeta –la mayoría de ellos viven en las amplias selvas de la cuenca amazónica –que tienen poco o ningún contacto con el mundo exterior.

Ellos están entre los 14 grupos de indígenas en aislamiento que, se estima, existen en el Perú. Otros más viven del otro lado de la frontera con el Brasil. El que estos grupos se hayan aislado de la sociedad no quiere decir que no sean afectados por ella. La amenaza más frecuente y más grave es la gripe común. “Una y otra vez, el primer contacto conduce a la muerte de un elevado porcentaje de la población. Con frecuencia, muere más de la mitad”, afirma David Hill, de la organización Survival International, con base en Londres.

También están enfermos física y psicológicamente, porque su gente ha sido muerta, y ellos recuerdan permanentemente esas matanzas”, dice en Lima la antropóloga Beatriz Huertas, quien ha entrevistado a indígenas de contacto reciente. Huertas afirma que no es por accidente ni por ignorancia que esos grupos se mantienen en aislamiento, sino porque eligieron evitar a ese mundo que les ha hecho tanto daño.

A muchos les preocupa que cada vez resulte más difícil para los Cacataibo mantenerse en aislamiento. En el 2005, el gobierno peruano autorizó a la compañía Petrolifera Petroleum, empresa basada en Calgary-Canadá y financiada y creada por Connacher Oil and Gas, la exploración de más 1’267.645.79 has en la selva central del Perú. Desde entonces, con la ayuda de una empresa contratista, se ha detonado 950 kilómetros de líneas sísmicas subterráneas. La compañía está analizando los datos resultantes para decidir en qué áreas perforará.

El presidente del directorio de Petrolifera, Richard Gusella, afirma que se trabaja con antropólogos, el gobierno y expertos ambientales para asegurar que el trabajo en el área se efectúe de una manera responsable. “Se nos ha reconocido por las excelentes relaciones que hemos mantenido con los indígenas”, afirma.

Pero esta operación de prospección de gas y petróleo ha dividido a la población local y ha indignado a los defensores de los derechos indígenas, tanto nacionales como internacionales. Desde hace años, los observadores han venido pidiendo la creación de dos reservas territoriales para los Cacataibo. Ahora, estas extensiones de selva y montaña, que ya eran el blanco de madereros y ganaderos, son atravesadas por varias de las líneas sísmicas de Petrolífera.

Esta es una cuestión de vida o muerte, dice Carlos Soria, un abogado con la ONG peruana Instituto del Bien Común (IBC). “Quinientos años después de la llegada de los europeos al Amazonas, ésta es todavía una cuestión de vida o muerte”.

Conversamos en un café en Lima, Soria explica que aunque nunca se ha topado con un Cacataibo en aislamiento, se considera su abogado. “Son peruanos como yo, pero no pueden defender sus derechos,” afirma. Están allí, con sus lanzas, defendiendo su tierra. Bueno, quizá podemos darles una mano con un poco de acción legal”.

Sin embargo, para defender a sus silenciosos clientes, Soria y sus colegas deben probar primero que éstos existen. El presidente de Perú, Alan García ha sugerido que estos indígenas son una invención de los movimientos ambientalistas para impedir la exploración petrolera. Gusella tiene sus dudas también: “Creo que hay una presunción de que existen y que están perdidos, pero si nadie los ha visto en años, ¿cómo saberlo? Si están allí, no se dejan ver, están bien ocultos.”

Sobre la pequeña mesa del café, Soria despliega un mapa cubierto de apretados puntos multicolores, que representan avistamientos de los Cacataibo en aislamiento o de vestigios. Afirma que el IBC ha compilado cerca de 145 avistamientos. “No me queda ninguna duda de su existencia” insiste. En las comunidades de los Cacataibo asentados abundan las historias de los llamados camanos. Durante cuatro días este medio de comunicación conversó con cinco personas que dijeron haber visto huellas de pisadas de los aislados, tres que afirman haber visto un sendero abierto por los camano y cuatro que afirman haber encontrado sus chozas.

El hijo de Jacob Flores, Celso Flores, afirma haber escuchado las voces de los camano en la selva, gritando “Escapemos porque vienen a atacarnos” Celso Flores afirma que ellos hablan el mismo idioma que su gente. “La diferencia es que ellos usan doble 'r' y nosotros hablamos con una sola 'r,'" explica.

Luego, Celso Flores dijo que él y su compañero habían hallado una canasta tejida de hoja de palma, llena de fruta, y huellas recientes. “Es una pisada normal, como la de un hombre” dice. “La única diferencia es que los pies son más grandes y los dedos son separados”. Según él, esto es consecuencia de toda una vida de andar sin zapatos.

La división entre avistamiento directo y de segunda mano es a veces vaga. Por ejemplo, el día antes de que Jacob Flores nos narrara su avistamiento de un canamo, uno de sus compañeros de caza le contó a esta periodista la misma historia – pero Flores dice que sólo él vio al hombre desnudo. En una reunión en el salón de la alcaldía, donde había más de una veintena de miembros de la comunidad pregunté cuántos de ellos creen que los camanos existen. Inmediatamente todos levantaron la mano. ¿Y cuántos de ellos los han visto? Ninguno.

DESNUDO HASTA LOS NUEVE AÑOS
Hay mucho más en la historia de Flores. Según él, la razón por la que no tuvo miedo del hombre desnudo que vio en el río es que él mismo fue un camano. “Hasta que tuve nueve años viví completamente desnudo,” narra. Flores recuerda vívidamente las fogatas que encendía su familia en las noches frías, y los refugios improvisados que construía mientras sus miembros se trasladaban de un lugar a otro, siguiendo el curso de ríos y arroyos.

También recuerda cuando el mundo exterior hizo su aparición. Los misioneros eran de los Estados Unidos y de Europa, llegaron a la selva en una pequeña avioneta e instalaron una escuela. Los niños y niñas iban a clase, así que usar ropa era obligatorio.

“La primera vez que usamos ropas sentíamos como si nos fueran a picar, eso no nos gustaba”, cuenta. “Nos las poníamos por un rato y luego nos las quitábamos y volvíamos a estar desnudos.” Pero, ríe mientras mira sus pies desnudos, los tiempos han cambiado. “Ahora que conocemos cómo usar zapatos o botas, no queremos embarrarnos los pies”.

EXISTENCIA DEBATIDA
El debate acerca de la existencia de los Cacataibo en aislamiento cobró vigencia el año pasado, cuando un equipo de exploración de una empresa contratista de Petrolifera que se había internado en lo profundo de la selva se tropezó con una visión extraña.

“Descubrimos que había marcas en un árbol. Parecían símbolos,” recuerda Marcelo Odicio, el guía del grupo, durante una entrevista realizada en su comunidad, el poblado Cacataibo de Yamino. Desde la base del árbol hasta más arriba de la cabeza de Odicio había incisiones en forma de zigzag en la corteza del árbol. Odicio reconoció las marcas: “eran los símbolos de mi gente”, que retoman las diagonales y rombos presentes en los tejidos y arte Cacataibo.

“[Yo estaba] más que sorprendido. Tenía miedo”, dice. “Yo estaba acostumbrado a caminar en la espesura del bosque, pero era la primera vez que veía algo así.” “Teníamos miedo”, explica, “porque hemos escuchado historias, que los camanos son gente fuerte, más fuertes que nosotros, más grandes que nosotros.”

Aunque su instinto le decía a Odicio que esas marcas eran hechas por el hombre, él no está seguro. “Podrían ser de los camanos, podrían ser de un insecto”. Pero está seguro de que no podían haber sido hechas por otra gente que no fueran los camanos, por lo remoto del lugar. El árbol quedaba dentro del área propuesta para reserva de los Cacataibo en aislamiento.

Siguiendo las instrucciones que había recibido, Odicio reportó el hallazgo al campamento base de la empresa contratista. De alguna manera, la noticia se difundió, causando un pequeño revuelo mediático y renovando las protestas del IBC contra las operaciones de Petrolifera en el área.

Petrolífera afirma haber investigado exhaustivamente el asunto, habiendo notificado a una antropóloga y a las autoridades peruanas. “Las marcas en el árbol han sido evaluadas por una autoridad competente y esta autoridad ha concluido que es imposible deducir de las marcas que fueran obra de miembros de un grupo de indígenas Cacataibo en aislamiento”, dice un comunicado de prensa de la compañía. Gusella no quiso entregar a este medio de comunicación una copia del mencionado informe, por tratarse de un “documento privado”, pero según él, el informe sugería que las marcas habían sido hechas por gusanos. Añadió que no conoce que haya una evidencia “categórica y absoluta” de la existencia de los Cacataibos en aislamiento en las áreas donde la compañía ha trabajado o donde planea operar.

Otro trabajador que vio los árboles, Segundo Roberto Angulo, no acepta la explicación de los gusanos. “La corteza de los árboles es muy dura. Es imposible que un gusano haga eso”. Angulo, quien según dijo trabajaba como supervisor ambiental y antropológico, está convencido de que las marcas fueron hechas por Cacataibos en aislamiento. “Yo pienso que fueron hechas como una forma de arte y comunicación, para informarnos que los camanos sí existen”.

Angulo, quien afirma haber encontrado también la basura que dejaron a su paso los trabajadores de las líneas sísmicas, dice que éstos no debieron haber continuado trabajando en el área, y que lo que se hizo fue esencialmente ignorar la evidencia de la existencia de los Catacaibo en aislamiento.

“A ellos no les importa si allí hay camanos ni nada de eso”, dijo. “Ellos sólo quieren conseguir su objetivo”. Aunque el árbol fuera o no una especie de señal de advertencia por parte de sus hermanos aislados, Odicio y Angulo coinciden al afirmar que el trabajo de Petrolifera constituye una amenaza para esa gente.

“Es muy peligroso”, dice Odicio, acerca de la exploración en las propuestas reservas “Pensamos que ya se ha causado daño. Y si vuelven a entrar, van a causar aún más daño”.

“Si llegan helicópteros, o si llegan miembros del personal o trabajadores, si entra maquinaria allí, significará que ellos tendrán que ir más lejos, o tendrán que irse”, dijo Angulo respecto a los Cacataibo en aislamiento. “Ellos nunca han vivido como nosotros estamos viviendo ahora. Nosotros sabemos cómo es el mundo, ellos viven de una forma pacífica”.

RECUERDA EL TERROR
Los recuerdos de Flores respecto a su vida en la selva están teñidos de terror. Narra cómo los camanos viven en un permanente estado de zozobra y alerta – a ruidos extraños, a los foráneos – y siempre están listos para salir corriendo. Su madre solía advertirle que se cuidara de los mestizos. Decía que si lo encontraban a él, matarían a sus padres y a se lo llevarían lejos.

“Ahora que estoy civilizado, [ahora] que soy una persona tranquila, les digo a mis hijos que sus abuelos se la pasaban corriendo de un lugar al otro.” Con los ojos muy abiertos recuerda aquella vez: “Yo corría, llorando, de un lugar a otro.

Mi madre me dijo que había peligro”, sus palabras brotan rápidas y claras. “Yo no sabía qué hacer. Dejarlo todo. Dejar las flechas, dejar nuestros arcos… Sólo escapamos a donde pudimos.”

LOS HERMANOS CAMANOS
La comunidad Cacataibo de Yamino es un pueblo fronterizo en el pleno sentido de la palabra. En un día soleado desde este poblado ribereño de 40 familias se ve las exuberantes montañas de la zona propuesta para reserva territorial muy cerca de los linderos de la comunidad. Los residentes consideran a los camanos como sus hermanos y creen que es su deber protegerlos.

Pero los habitantes de Yamino han abrazado el mundo exterior. Hablan de un abuelo que, unos 60 años atrás, los sacó de la espesa selva donde vivían como camanos. Ahora han construido casas de madera techadas de paja o calamina y cultivan arroz, yuca y papaya. Este pueblo cuenta con una escuela sólidamente construida y una pequeña tienda que vende Perú Cola. En la actualidad casi todos hablan castellano, pero los anuncios comunitarios que difunde a todo lo ancho del pueblo un altoparlante, todavía resuenan en Cacataibo.

Cuando se riega la noticia de que una periodista canadiense está en el pueblo, la gente de Yamino está ansiosa por hablar de sus preocupaciones. Reunidos en el local de la escuela, expresan su inquietud acerca de Petrolifera: si ésta decide perforar en las cercanías, provocará que los camanos se asusten, ensuciará las aguas de los río y matará a los peces de los que los Cacataibo dependen. “Nos preocupa que Petrolifera regrese, porque tenemos niños, y tendrían que vivir con más contaminación,” dice Samuel Odicio.

Pero de sus discursos apasionados se desprende un segundo argumento: Petrolifera podría beneficiar a Yamino. Quizá la compañía podría crear becas para la educación de los niños, o incluso reparar la deteriorada carretera que conecta el pueblo. También están el dinero y los puestos de trabajo: muchos hombres jóvenes de la localidad han trabajado como guías, en el tendido de líneas sísmicas o abriendo trochas.

Aquí es donde las cosas se complican, pues pese a que los Cacataibo asentados parecen convencidos de que es necesario crear una reserva para los camanos, y que Petrolífera debería pisar con mucho cuidado en su territorio, no están convencidos de que la compañía deba marcharse. Así, el presidente de la federación de comunidades indígenas Cacataibo, Fernando Estrella tiene el desafío de intentar a la vez proteger a los camanos y captar los beneficios que Petrolífera podría traer a su gente. Hace dos años su federación exigió que la exploración petrolera se mantuviera fuera de las reservas propuestas – y punto.

En una entrevista reciente en el ardiente pueblo selvático de Aguaytía, Estrella admitió que Petrolífera entró a esas áreas, pero insistió en que condujo su trabajo en forma respetuosa y sin causar daño. Nos mostró un puñado de folletos sobre plantas medicinales y reciclaje, que la compañía petrolera ayudó a producir, y mencionó los empleos que trajo.

Gusella afirma que la actividad de Petrolifera vale millones para la economía peruana, en inversiones y empleos. Y rebate a quienes se quejan sobre la manera en que realiza el trabajo: “Mire, nos preocupamos por el ambiente, nos preocupamos por la gente local, no estamos aquí para perturbar las cosas, pero tenemos un negocio que hacer y tenemos derecho para hacerlo.”

Desde el punto de vista legal, tiene razón. No hay nada que pueda impedir a Petrolifera continuar su trabajo, incluso perforar en las reservas propuestas, siempre y cuando la Evaluación de Impacto Ambiental sea aprobada. El verdadero reclamo de Estrella es hacia el gobierno del Perú, que según él por años ha ignorado los pedidos para crear las reservas territoriales.

En las comunidades Cacataibo, la gran interrogante es dónde planea perforar Petrolífera. Hasta la fecha la compañía ha mantenido mutismo sobre el tema, aunque un informe operativo reciente dice que ha encontrado “una variedad de prospectos e indicios con potencial para acumulaciones de petróleo y gas natural.” Las perforaciones podrían empezar en el curso del presente año.

Estrella no está segura de las acciones que tomará en caso que se perfore en las reservas de los Cacataibo en aislamiento. “No quisiéramos que Petrolifera encuentre petróleo en la reserva”, declaró. “Eso sería un problema.”

NEGATIVA A UNIRSE AL MUNDO
Flores, bisabuelo de al menos diez niños, está bastante satisfecho con la vida que lleva hoy en día. “Ahora estamos acostumbrados a usar ropa, zapatos, medias, y no puedo imaginar qué sentiría si estuviera desnudo otra vez”, dice, y su rostro, que ha mantenido una nota de tristeza, se ilumina con una sonrisa de niño.

Pero Flores duda que los camanos prefieran vestir polos y vivir como él vive. “Ellos no quieren ser civilizados y siempre ha sido así”, observa. “Una de las razones por las que no desean ser civilizados es porque han visto peleas entre los que están civilizados, y no quieren eso”.

En cuanto a su negativa a sumarse al resto del mundo, Flores dice que sus hermanos aislados están sufriendo, tal como él sufrió cuando niño, y que las cosas se están poniendo peores.

“En mi opinión”, dice Flores, “deberían permitir que los camanos tengan una vida tranquila, sin peligro, sin miedo, para que puedan vivir en paz.” “Como era antes, hace mucho, mucho tiempo.”