sábado, 23 de agosto de 2008



Disidencias. La “chusma” y Alan García

Alberto Adrianzén

Sería bueno preguntarle al presidente García qué entiende por "galería", porque en días pasados ha utilizado esta palabra para referirse a las comunidades nativas de la selva. Para el presidente, todos aquellos que protestan o reclaman sus derechos, son parte de esta llamada galería (se puede emplear la palabra cazuela) como también expresión del "desorden". Todo indica que en esta suerte de teatro que quiere construir el mandatario, él está con aquellos que se sientan en la platea y si están ubicados en los palcos, mejor aún. En realidad, esta manera de imaginar el país coincide, justamente, con aquellos que se sientan en la galería o cazuela. Para ellos, el presidente es de derecha y prefiere a los que están ubicados en la platea y en los palcos.

Pero hay algo más. Para García, a los que están en la galería solo les queda aplaudir o, en todo caso, quedarse en silencio si la "obra" no les gusta. Cualquier otro gesto o manifestación es, simplemente, señal de desorden y, por lo tanto, merece su desaprobación. No sucede lo mismo con aquellos que se sientan en platea o palcos: ellos sí pueden aplaudir, criticar y hasta, incluso, si la obra no les gusta, tienen derecho a cambiarla. Ellos, con el beneplácito del presidente, pueden invadir el escenario, cambiar el director y actores, modificar los diálogos, pedir que se "calle" la galería y cazuela. Todo les está permitido. Lo que ha dicho Humberto Campodónico hace poco en este diario respecto a que los mineros disminuirán su famoso "óbolo" si se les quita el subsidio a los combustibles es el mejor ejemplo de que ellos (así como otros sectores) sí tienen voz y voto en esta obra; los otros son, simplemente, convidados de piedra, o como le gusta decir a Kiko, personaje del Chavo del Ocho: "chusma, chusma, chusma".
De otro lado, el argumento presidencial de que aquellos que pretenden derogar los DL 1015 y 1073 solo buscan "quitarles dignidad a personas (se refiere a los que viven en las comunidades nativas) que tienen derecho a decidir por sí mismos y ser ciudadanos completos", es, sinceramente, demagógico y hasta hipócrita; más aún si se cree, como lo cree el presidente, que todos aquellos que protestan (que son la mayoría de las comunidades nativas) son una "chusma" ya que están en la galería o en la cazuela.
Con ello el presidente García no solo ofende a las comunidades nativas sino también a todos los peruanos. Es, en realidad, el mayor de los agravios que un presidente elegido democráticamente haya pronunciado contra el pueblo y, en particular, contra las comunidades. Aquí se siente hasta un tufo colonial. La idea de que las ciudades y las máquinas, como también lo ha dicho García, son sinónimo o simbolizan el "progreso" y que las comunidades andinas o nativas con su "falso sentido de protección" el atraso y el desorden –por no decir la barbarie–es expresión de un pensamiento reaccionario, racista y, francamente, decimonónico. Ellos serán dignos y ciudadanos solo cuando les llegue la luz del progreso del que los capitales –y si son extranjeros mejor aún– son portadores.La idea de que el capital extranjero (o como diría Haya de la Torre: el imperialismo) tiene un lado bueno y otro malo, ha caducado. Para García, dicho capital siempre es bueno. Con ello, acaba de enterrar públicamente –porque hace rato lo ha hecho silenciosamente– las famosas tesis del Haya auroral, progresistas y reformistas. Aquellas tesis que buscaban fundar una nueva conciencia nacional y un nuevo pueblo en el país. García ha hecho "descender" al APRA de la galería (o cazuela), donde nació, a la platea para ubicarse, él mismo, en uno de los palcos.
Por ello, que sea el Congreso, una institución que tiene apenas 9% de aprobación por la opinión pública, el que haya puesto un poco de sensatez en medio de este conflicto, muestra a todas luces lo equivocado que está el presidente al criticarlo, pero sobre todo lo dispuesto que está a profundizar una política que solo favorece a unos cuantos y que, posiblemente, a lo único que conduzca sea a una mayor confrontación entre peruanos y a un incremento de la represión. Y es que ya no solo se trata de que los opositores sean comunistas o unos simples "perros del hortelano", como le gusta decir al presidente, ahora son algo "peor": un grupo social que al estar ubicados en la galería y en la cazuela, lugares donde va la gente de pocos recursos, se transforman en una "chusma", en unos "plebeyos", que poco entienden del progreso del país. Así, García ha transformado al pueblo peruano, que el APRA ayudó a forjar décadas atrás, en una "chusma" como le gustaba decir a la vieja oligarquía. El círculo, finalmente, se ha cerrado: las víctimas de ayer son los victimarios y los "oligarcas" de hoy, sentados cómodamente en la platea y en los palcos del teatro.



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