viernes, 7 de septiembre de 2007

HELICONIA, RESERVA CON OLOR A SELVA

Por: LAILA ABU SHIHAB



Es de noche y cierro los ojos por un minuto para oír los ruidos de la selva. Bastan sesenta segundos, en los que alcanzo a distinguir el sonido de nueve animales diferentes, para enamorarme del Amazonas.

Después, un atardecer lleno de colores y un sol que se refleja imponente sobre el segundo río más largo del mundo, una noche llena de estrellas y un indescriptible olor a verde y a madera me envuelven con más fuerza.

La aventura comienza cuando se aterriza en Leticia, donde ya se respira un ambiente diferente. Me uno a 18 personas y empiezo un emocionante recorrido.

Después de un par de días en la capital del Amazonas, antes de coger río abajo o río arriba para internarnos en la selva, dejamos casi todo el equipaje y nos llevamos una mochila o un morral pequeño con las cosas básicas que necesitaremos en la reserva: pantalón y camisas de manga larga, repelente, la cámara y un par de botas pantaneras.

El lugar a donde vamos está a 110 kilómetros de Leticia y para llegar a él hay que navegar por más de dos horas por los ríos Amazonas y Javarí (un afluente del Amazonas que nos indica que estamos en territorio brasileño). Sin embargo, el camino hasta la Reserva Natural Heliconia no es siempre el mismo y por eso puede durar más o menos tiempo. Todo depende del interés de los viajeros.

La primera parada es pocos minutos después de haber partido del muelle de Leticia y nos explican porque a medida que avanza el recorrido, mientras nos alejamos del Amazonas y nos acercamos al Javarí, el agua deja de ser gris y empieza a volverse amarilla. Es ahí cuando comienzan a desfilar ante nosotros millones de árboles de verdes diferentes y varias poblaciones peruanas o brasileñas. Benjamin Constant, San Antonio, Atalaya do Norte, Palmarí, Islandia y Santa Rita son algunas de ellas.

Felices en la selva.

Solo cuando llegamos a Heliconia comprobamos que sí es cierta esa promesa que nos hacen antes de emprender esta aventura en la selva. Aquí nos desconectamos del mundo y nos conectamos con la naturaleza.

Al bajarnos de la lancha nos reciben Laura y Pedro (dos loros amistosos) y Marta (cocinera brasileña), Alirio (guía colombiano) y Gilberto (indígena yagua peruano) en una cabaña que semeja una maloca indígena y que hace las veces de cocina y de restaurante para los huéspedes. Además de las mesas, los baños y la cocina, el lugar está lleno de hamacas y de raros troncos en madera que sirven de sillas. Lo que más nos gusta y más nos sorprende es lo cálido y acogedor del ambiente.

La reserva tiene 15 hectáreas divididas en dos malocas principales (el restaurante y un dormitorio hasta para 25 personas que pueden acostarse en hamacas o camas con sus respectivos mosquiteros) y dos cabañas más pequeñas con capacidad para 15 viajeros. Otras dos cabañas, para grupos de máximo cuatro personas o para parejas, se están construyendo en este momento. Según los guías de la zona, cada vez son más las parejas de recién casados (sobre todo europeos) que buscan pasar su luna de miel con exóticos planes en la selva. Heliconias (flores rojas que vienen de una planta con ese mismo nombre), caminitos en madera y muchas hamacas rodean el albergue.

La luz no existe, solo hay un par de bombillos en el restaurante para cocinar las delicias típicas de la región con las que cautivan a los turistas (el pirarucú, por ejemplo, se puede comer en salsa de coco o frito). Y no funcionan todo el tiempo. De resto, para los viajeros solo hay unas lámparas de petróleo que iluminan algunos rincones de las cabañas donde se hospedan.

Pero lo más curioso es encontrar unos baños que se usan, literalmente, en plena selva. Aunque no todos son así, algunos sanitarios y duchas tienen solo tres paredes de madera. La cuarta no existe, para conectar más a los viajeros con la naturaleza.

Para todos los gustos.

Para terminar de convencernos de lo interesante que puede resultar un viaje a la selva, en la noche, cuando el cielo ya está lleno de estrellas, un guía experto nos muestra un abanico con múltiples opciones que podemos escoger según el número de días que dure nuestro viaje.

Emocionantes caminatas que pueden durar una hora o varios días, con imitaciones de Tarzán incluidas; observación de aves en plataformas o en canoas; pesca artesanal o deportiva; visita a comunidades y resguardos indígenas (yaguas, tikunas, matis y mayorunas, entre otras); observación de caimanes y delfines; y hasta cursos de supervivencia en los que los turistas se internan en la selva entre 12 y 25 días, son algunas de las posibilidades de los viajeros mientras están en la reserva.

Nosotros, en dos días caminamos en la selva, vemos aves y caimanes y conocemos algunas de esas comunidades que nos permiten saber un poco más de tres culturas diferentes que, en el Amazonas, están unidas por un mismo verde y por una misma selva.

No nos dejamos espantar por la humedad, el sudor, los mosquitos, los animales peligrosos, la falta de luz, el agua fría, el baño en plena selva. Nos dejamos cautivar por cosas más maravillosas como el silencio, los delfines, las lianas, los papagayos, los árboles de más de 100 metros de altura, miles de peces y aves diferentes, la energía, los atardeceres, las noches llenas de estrellas, los sonidos y el olor de la selva.

Todo eso que nos hace tanta falta cuando regresamos a la ciudad congestionada, gris y turbulenta.

* Invitación de los organizadores de la II Vitrina Ecoturística Internacional del Amazonas.

CONSEJOS PARA SOBREVIVIR.

- En Colombia, AeroRepública es la única aerolínea que viaja a Leticia (lunes, martes, miércoles, jueves y domingos). En este momento, la tarifa más económica, ida y regreso y con impuestos, está en 534.200 pesos.

- La mayoría de la gente que viaja al Amazonas lo hace con planes que incluyen tiquetes, alojamiento en Leticia, viaje a determinado parque o reserva, alimentación, guías y salidas. Lo mejor es que no se arriesgue viajando solo a la selva. Contacte a una agencia de viajes y planee con ellos su recorrido.

- Para viajar al Amazonas tiene que haberse vacunado, por lo menos con 10 días de anticipación, contra el tétano y la fiebre amarilla. Sea práctico, lleve ropa ligera, pantalones largos, camisas de algodón de manga larga, vestido de baño, impermeable y botas de caucho (aunque la mayoría de hoteles y albergues las alquilan por precios entre 1.500 y 5.000 pesos sin importar el número de días que vaya a utilizarlas).

- No olvide llevar bloqueador solar, un buen repelente (algunas personas toman tiamina, o vitamina B1, para combatir a los mosquitos y los zancudos), una navaja y una linterna.

- Durante su viaje, no tire basuras al río, respete las creencias y costumbres de cada comunidad indígena y no pida rebaja cuando compre artesanías.

SI USTED VA.

Los interesados en viajar a la Reserva Natural Heliconia y en hospedarse en el hotel ecológico del mismo nombre, pueden conseguir planes todo incluido con AeroRepública, dos noches y tres días, desde 341 mil pesos si viaja en grupos mayores de 10 personas o 422 mil pesos si viaja solo. El precio sube si se queda más días en la reserva y dependiendo de las actividades que prefiera.

- Otra forma de conocer la reserva es contactándose con Manoa Tours en los teléfonos (8) 5925150 y 5926951á, en la carrera 11 No. 8 - 50 (Local 06) de Leticia o en los correos electrónicos info@amazonheliconia.com, manoa_tours@yahoo.com y manoa_tours@hotmail.com.

- No se permite el ingreso de personas que lleguen a la reserva sin haber pasado por la oficina en Leticia. Dentro de poco, los viajeros podrán comprar sus paquetes en las oficinas de otras agencias de viajes del país.

FOTO.

- Para llegar al hotel ecológico hay que navegar por más de dos horas en la lancha desde Leticia. En este momento se están construyendo dos cabañas para hospedar a grupos pequeños y parejas.

- Un típico atardecer en el Amozonas tiene amarillos, naranjas, rojos y hasta violetas.

- Los peque-peques, embarcaciones en madera con motores adaptados que consumen un 80 por ciento menos de gasolina que un bote rápido, son utilizados por algunos guías para la observación de las aves.

- Los indígenas Tikuna viven en varias poblaciones de Colombia, Perú y Brasil.



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