miércoles, 19 de septiembre de 2007

LOS IMPACTOS DE LA ECONOMÍA GLOBAL EN LA ECOLOGÍA

AMAZÓNICA Y EN LA VIDA DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS



Por Róger Rumrrill


En la primera semana de febrero del 2007 los medios informaron que la mayor empresa petrolera del mundo, la estadounidense EXXON MOBIL, había cerrado sus operaciones en el año 2006 con las más altas utilidades registradas en Wall Street, 39,500 millones de dólares, 9.6 por ciento más que en el año 2005. Una inmensa maquinaria de hacer dinero a la velocidad de 76 mil dólares por minuto. EXXON MOBIL se ha convertido en una especie de rey Midas de las ganancias, pese a que en el segundo semestre del 2006 se produjo una fuerte contracción y caída de los precios del petróleo y el gas.
Los otros gigantes petroleros no se quedan a la zaga. La anglo holandesa SHELL, la mayor petrolera europea, registró utilidades en el año 2006 por encima de los 25,440 millones de dólares. En total, el conjunto de empresas incluidas en el índice Dow Jones han obtenido utilidades netas en el año 2006 del orden de los 252,594 millones de dólares (193,925 millones de euros).
El período de las vacas gordas que viven todas las empresas petroleras y mineras en general en todo el planeta, alcanza lógicamente a la minería peruana. La rentabilidad de éstas saltó por encima del 22 por ciento anual. Sólo en el primer trimestre del año 2006 las utilidades de las mineras en el Perú habían crecido entre 50 al 60 por ciento, gracias a los altos precios de los metales e hidrocarburos a nivel internacional, que han estado subiendo en ascensor, mientras los costos de producción se trepan en escalera. Ante estas perspectivas, el Presidente de la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía (ANMPE) Carlos del Solar (La República 13/07/2006) anunció inversiones para el próximo quinquenio por un monto de 9 mil millones de dólares, eso sí, advirtió, siempre y cuando nadie les cambie las reglas de juego a las empresas, es decir, que el gobierno no les imponga nuevos impuestos, regalías y cambios en la política tributaria. A este respecto, en el Perú existen un grupo de empresas que suscribieron contratos llamados de “estabilidad tributaria” durante la dictadura de Alberto Fujimori (1990-2000) verdaderos candados a cualquier pretensión o intento modificación tributaria. Estos convenios fijan por un tiempo determinado (10 años como promedio) la tasa de Impuesto a la Renta (IR) que deben pagar las empresas.
La mayoría de estos contratos vencen entre el 2006 y el 2018. Las empresas beneficiadas son Yanacocha, Santa Luisa, Los Quenuales, Doe Run, BHP Billiton, Cerro Verde, Sipán, Barrick Misquichilca, Antamina, Milpo, Minsur, Toromocho, Yauricocha, Refinería Cajamarquilla, Ubinas, Ares, Paragsha y Minera Tahr Túnel. Hay que imaginar las cuantiosas ganancias de estas empresas con los altos precios de los minerales y la gratificación de las exoneraciones tributarias y las laxitudes y liberalidades impositivas.
Yanacocha, que opera desde 1993, es una de estas empresas privilegiadas. Es la número uno entre las empresas en América Latina en la explotación de oro y la número dos a nivel internacional. Newmont, socia principal de Yanacocha, es la más poderosa aurífera del mundo. Sólo Yanacocha produce el 66.4 por ciento de las utilidades de Newmont.
Sin embargo, tal como ha señalado Iván Salas Rodríguez, vicepresidente del Frente Único de Defensa de la Vida, el Medio Ambiente y los Intereses de Cajamarca, Yanacocha, igual que la mayor parte de las mineras, obtienen rentabilidades hasta del 98 por ciento y sólo dejan 2 por ciento de esos multimillonarios beneficios en las regiones donde operan.
Paradójicamente, tal como ocurre con Yanacocha y la ciudad de Cajamarca, allí donde prosperan las empresas a costa del saqueo de la riqueza natural, ya sea en los Andes, la región costera y la Amazonía, reina la pobreza y su secuela de enfermedades en la población sobre todo campesina y rural como corolario de los devastadores estragos ecológicos y medioambientales en las aguas, los suelos, los bosques y toda la actividad productiva campesina como la agricultura y la ganadería.
La Oroya es una ciudad minera en los Andes peruanos, sometida a los fríos glaciales de la cordillera pero sobre todo con una población ahogada por la pobreza y la contaminación ambiental que produce la extracción minera a cargo de la multinacional estadounidense DOE RUN. No hace mucho, la Universidad San Luis Missouri de Estados Unidos ha detectado la presencia de plomo, cadmio, antimonio y arsénico con potencial cancerígeno en la sangre de 360 personas en un nivel que supera cuatro veces los niveles máximos permisibles recomendados por la Organización Mundial de Salud (OMS). El estudio efectuado por la Universidad estadounidense trató de ser ocultada. Un informe reciente de la Dirección General de Salud Ambiental (DIGESA) del Ministerio de Salud del Perú señala que cada año el país produce más de 100 mil toneladas métricas de residuos industriales que no son objeto de ningún tratamiento y, por lo tanto, esa montaña de basura es una verdadera bomba de contaminación.
El drama de la pobreza del hombre y la destrucción de la naturaleza en el Perú está en relación directa con la industria minera e hidrocarburífera.


EL CALENTAMIENTO CLIMÁTICO

Las inmensas ganancias que obtienen las multinacionales petroleras y mineras está llevando a la opinión pública mejor informada y con una mayor toma de conciencia a preguntarse con alarma, preocupación y rechazo sobre los incalculables costos ambientales de son necesarios para obtener estas ganancias. Costos que están directamente relacionados con la contaminación de ríos y mares, con la extinción de especies biológicas que desaparecen diariamente de la faz de la Tierra, con la deforestación masiva de los bosques tropicales a lo largo y ancho del planeta y con el calentamiento atmosférico, el clímax de este acelerado proceso de inestabilidad ecológica global.
A fines del mes de enero de este año, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre la Evolución del Clima (GIEC), un equipo de 2500 expertos que trabajan para las Naciones Unidas en el tema, presentó su cuarto informe en la Conferencia de París sobre Cambio Climático. El documento final, en síntesis, señala que la temperatura media de la Tierra se elevará entre 2 a 4.5 grados hasta el 2100. Como consecuencia de este incremento de la temperatura global, el nivel de los mares y océanos se elevará entre 19 y 58 centímetros en ese mismo lapso.
Pocos días después, del 2 al 3 de febrero del 2007, en la misma capital francesa se reunieron bajo la iniciativa y el liderazgo del presidente francés Jacques Chirac, 46 representantes de países de la Unión Europea, América Latina y África que por primera vez llegan a reconocer sin tapujos ni medias tintas “ que hemos llegado al umbral de lo irreversible y de lo irreparable” en cuanto a la destrucción del medio ambiente terrestre y el calentamiento climático y ante esta situación de verdadera emergencia plantean, en un documento denominado el “Llamamiento de París”, la suscripción de una “Declaración Universal de los Derechos Humanos Ambientales” en el marco de la creación de una Organización de las Naciones del Medio Ambiente. Nunca, hasta donde conocemos, las naciones industriales habían formulado una declaración de este tono y de mea culpa con relación al desastre ambiental que el modelo económico basado en una orgía consumista está provocando en el planeta.
Por supuesto, fiel a su posición imperial y a la defensa a ultranza de las multinacionales petroleras y otras que saquean los recursos naturales terrestres, Estados Unidos se negó a firmar el documento, seguido de China y la India, las dos naciones emergentes que bajo la égida estadounidense se niegan ciega, irresponsable y tozudamente a adquirir compromisos de salvaguarda ambiental.
Casi simultáneamente a estos eventos que han puesto la crisis ecológica mundial en la agenda internacional, el ex vicepresidente de los Estados Unidos, Al Gore, convertido en un adalid contra el calentamiento climático presentó su película y libro en Europa, ambos titulados “La Verdad Incómoda”, donde llega a decir que los volúmenes y tasas de gases de efecto invernadero superan actualmente los alcanzados en 650,000 años y sus impactos previsibles en el presente y el futuro serán sequías, oleadas de calor y tormentas y huracanes cada vez más violentos y destructores. El libro y la película advierten, asimismo, que los deshielos del Himalaya dejarán sin abastecimiento de agua al 40 por ciento de la población mundial, considerando que los glaciares himalayenses proveen del líquido vital a China y la India, los países más poblados del mundo y otras naciones del Asia. Y para quienes, como el presidente Bush y su poderoso entorno de la Casa Blanca formado por los capitanes, generales y mariscales de las multinacionales como la EXXON MOBIL, Al Gore dejó un mensaje:” Los escépticos desaparecen más rápido que los glaciares” y para los creyentes una fórmula:”Sólo falta la voluntad política. Y ese sí es un recurso renovable”, terminó diciendo el hoy profeta del calentamiento climático que, sin embargo, ni en su libro ni en su película, se atreve a decir la verdad más incómoda para el sistema: que la causa de fondo es el modelo económico y la lógica de las ganancias basadas en la destrucción de la vida en el planeta.
Esta vez no sólo los eventos naturales como los desastres ambientales, los inesperados cambios climáticos y las evidencias científicas permiten seguir negando y cuestionando los orígenes y las causas del calentamiento global. Serge Halimi, en la edición de enero del 2007 del mensuario francés “Le Monde Diplomatique” revela que entre los años 2000 y 2003, la EXXON MOBIL gastó 8 millones de dólares en una cuarentena de “Think Tanks”, científicos mercenarios encargados de refutar la tesis del calentamiento climático.
La misma multinacional petrolera fundadora y financiadora de la “America Enterprise Institute” (AEI), un lobby estadounidense de derecha y vinculada al presidente George W. Bush, ha sido denunciada por el diario inglés “The Guardian” (2/2/2007) de enviar cartas a economistas y expertos ofreciéndoles pagar 10 mil dólares, además de pasajes y otros pagos adicionales, a fin de que escriban artículos señalando los defectos y debilidades del informe del GIEC. Un equipo de 21 personas de la planta de la AEI han trabajado con Bush en la Casa Blanca.
Comentando la campaña de la AEI contra el informe científico del GIEC sobre el calentamiento climático cuya causa principal es la quema de combustibles fósiles como el petróleo, el gas y el carbón, David Viner, de la Sección de Investigaciones Climáticas de la Universidad de East Anglia, ha dicho que es un “intento desesperado de una organización que quiere tergiversar las pruebas científicas en beneficio de sus objetivos políticos”. Por su parte, la climatóloga francesa, Sylvie Joussaume, miembro de la delegación francesa a la Conferencia de París sobre el Cambio Climático ha expresado que hay consenso generalizado entre los científicos sobre las causas del cambio climático y que los escépticos generalmente no tienen argumentos convincentes.
A estas alturas ya nadie puede tapar el sol con las manos. Ni siquiera el presidente George W. Bush, vinculado a los más poderosos intereses petroleros norteamericanos, que ha tenido que reconocer, por primera vez durante su administración, en su discurso sobre el estado de la Unión el 21 de enero del 2007, la realidad del cambio climático y ha anunciado la reducción del 20 por ciento del consumo de carburantes procedentes del petróleo en una década a los 290 millones de estadounidenses. Sin embargo, pese a que Estados Unidos que sólo tiene el 4 por ciento de la población mundial y es el responsable de la emisión del 25 por ciento del CO2, origen y causa del cambio climático, se niega aún a firmar el Protocolo de Kyoto.
El Protocolo de Kyoto entró en vigor en febrero del año 2005 y ha sido ratificado a la fecha por 166 países. El texto compromete a los países industrializados y desarrollados a reducir en 5% sus emisiones de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso, además de tres gases industriales, hidrofluorocarbono, perfluorocarbono y hexafluoruro en un período que va del 2008 al 2012, en comparación a las emisiones del año 1990. Canadá, de acuerdo al texto primigenio, debería reducir sus emisiones de 6 por ciento, Estados Unidos de 7 por ciento. Los mayores emisores de CO2 son Estados Unidos, que arroja a la atmósfera 6 millones, 849 mil toneladas de dióxido de carbono (el 25 por ciento); la Unión Europea, 4 millones 180 mil toneladas (el 8 por ciento); Japón, 1 millón, 339 mil toneladas métricas (el 6 por ciento) y Canadá, 740 millones de toneladas. Otros grandes emisores son China y la India.
El Foro Económico Mundial (FEM), reunido en la ciudad suiza de Davos el 24 de enero del 2007, luego de 36 años de existencia, ha tenido que aceptar a regañadientes por primera vez que el cambio climático es una amenaza para la supervivencia de la especie humana en el planeta y ha formulado un plan de reducción de emisiones de CO2 a los países industrializados y los más ricos del mundo que integran el FEM.

LA MUNDIALIZACIÓN: UN SISTEMA OBSOLETO

“A la escala global, la lógica de la ganancia implica o significa la progresiva destrucción de las bases naturales de la reproducción de la vida sobre el planeta. A la vista de esta realidad, el capitalismo, de la que la mundialización es la expresión contemporánea, debería ser considerado como un sistema obsoleto”, ha escrito el famoso economista de origen egipcio, Samir Amin, autor de una treintena de libros entre los cuales están “Imperialism & Unequal Development”, “Specters of Capitalism: A Critique of Current Intellectual Fashion y Obsolescent Capitalism”, “Contemporary Politics and Global Disorder “ y “The liberal Virus”.
En efecto,¿ de qué economía moderna en el sentido de un sistema eficiente, óptimo con relación al funcionamiento de la naturaleza y la armonía de ésta con la vida humana estamos hablando cuando el costo de la ganancia de este modelo o sistema económico es la destrucción de la naturaleza y, como consecuencia, de la vida en el planeta?.
El modelo económico capitalista en su expresión más moderna, el neoliberalismo o la mundialización económica , es un sistema ambientalmente insostenible, socialmente inequitativo y éticamente injusto por donde se le observa, inclusive tratando de mirar el lado más amable de su rostro. Estados Unidos, la primera potencial mundial, es la expresión más radical de este modelo de mundialización. Sus grandes corporaciones fabrican cordilleras de utilidades económicas a costa de los escombros de los sistemas ecológicos del planeta. El alto nivel de vida y el confort californiano de su poderosa clase media sólo es posible con el mayor gasto y dispendio energético comparado con cualquier otra sociedad del planeta. No en balde es la nación que sólo representa el 4 por ciento de la población mundial, pero emite una cuarta parte del total de las emisiones de gases tóxicos a la atmósfera. Un modelo de economía, de cultura y de vida donde el consumo, un consumo despilfarrador, es el motor que mueve la existencia de sus millones de habitantes.
Como ha mencionado reiteradamente la física, ecologista y activista hindú Vandana Shiva, evocando al gran pacifista de la India, Mahatma Gandhi, necesitaríamos cinco planetas Tierra si los más de 6 mil millones de habitantes que la pueblan atrapados por el fundamentalismo del mercado y ahogados por la mundialización corporativa de las multinacionales gastaran y despilfarraran la energía y los recursos que dispendian las opulentas sociedades del Occidente rico.
A propósito, la autora de “Hearth Democracy: Justice, Sustainability and Peace” nos recuerda los dos grandes principios de Gandhi, el swary, o de la autorregulación, fundamental en la vida de los hombres y de las sociedades; y el swadeshi, el de la capacidad de creación y de producción de lo necesario para la vida. En la sociedad global donde sólo hay consumidores y la regulación corresponde a los grandes poderes y medios que aplastan la libertad y la conciencia de los individuos, los principios de Gandhi , de ser aplicados, tendrían los mismos poderes subversivos y liberadores que las prédicas de Cristo en los pueblos judíos colonizados por el imperio romano.

LA GLOBALIZACIÓN Y SUS IMPACTOS EN LA ECOLOGÍA AMAZÓNICA

El Fondo Mundial para la Naturaleza (FMN) en su informe del mes de noviembre del año 2006 presentado en Beijing, sostiene que para el 2050 la humanidad necesitará los recursos de dos planetas Tierra para abastecer la demanda mundial de alimentos, agua, energía, suelos y otras riquezas naturales. Pero lo más probable es que, al ritmo actual del consumo, esos recursos se hayan agotado para siempre para ese entonces. Podría estar ocurriendo en la cuenca amazónica con el agua, la biodiversidad, los bosques, la fauna silvestre y la biomasa pesquera.
A la tasa actual de extracción, la naturaleza amazónica está perdiendo su capacidad de regeneración y renovación. Reflejo de esta proximidad al colapso es que en la Amazonía Peruana los cuatro y únicos indicadores que crecen sostenidamente son la población, la pobreza, la desnutrición y la erosión de los ecosistemas. No es muy diferente en el resto de la cuenca amazónica sudamericana, en las regiones amazónicas de Brasil, Colombia, Bolivia, Ecuador y Venezuela con relación a las altas tasas de extracción y la escasa o nula reposición de los ecosistemas degradados o destruidos irreversiblemente.
La tala ilegal abate los bosques tropicales del Amazonas y del resto del planeta. El Banco Mundial ha calculado que los países pierden entre 10 a 15 mil millones de dólares anuales en este lucrativo comercio ilegal debido sobre todo a la demanda de las naciones industrializadas. La madera ilegal fluctúa entre el 20 y el 90 por ciento del comercio mundial.
De acuerdo al Instituto Nacional de Recursos Naturales (INRENA), en el Perú se extrae cada año 22 mil metros cúbicos de caoba (Swetenia macrophyla) por un valor de 40 millones de dólares. Es el “oro rojo de la Amazonía”. El 90 por ciento de esa valiosa especie forestal que se exporta principalmente al mercado estadounidense para la fabricación de finos y costosos muebles son de procedencia ilegal, es decir, se tala en Parques, Reservas Nacionales y en Reservas Territoriales Indígenas. Los biólogos y forestales han señalado que los últimos rodales comerciales de caoba están siendo talados en los bosques de la Amazonía Peruana.
El Consejo Nacional del Ambiente (CONAM), estima que las pérdidas por tala y deforestación en el Perú alcanzan los 600 millones de dólares anuales. De las 580 concesiones madereras que se han otorgado en el Perú en virtud de la ley 27308 en los últimos cuatro años (2002-2006), con aproximadamente 7 millones de hectáreas, sólo 71 han sido verificadas y están funcionando de acuerdo a las normas. Las demás, no sólo no funcionan, sino que son pasto de irregularidades.
En el segundo semestre del año 2006 recorrí las zonas de mayor extracción legal
e ilegal de madera, especialmente en las cuencas del Alto Ucayali, del Purús y del Yurúa en la frontera con el Brasil, en un espacio territorial en forma de polígono con una de las más altas tasas de biodiversidad del mundo, con un promedio de 1.53 árboles de caoba por hectárea. En esos remotos espacios de la frontera, casi el 100 por ciento de la caoba es ilegal y es parte del eslabón de un sistema de cruel explotación de los pueblos indígenas; sistema que nos retrotrae a las condiciones de precapitalismo y de semiesclavitud de la época cauchera de fines del siglo XIX. Los extractores ilegales pagan a los indígenas por un metro cúbico de caoba un promedio de 100 soles peruanos, es decir, aproximadamente 30 dólares. Ese metro cúbico de caoba transformada en muebles en Estados Unidos produce aproximadamente 100 mil dólares.
San Martín, en la Alta Amazonía del Perú, es la región que tiene la más alta tasa de deforestación en el país: 40 mil hectáreas anuales que en poco menos de 20 años, ha provocado la deforestación de cerca de 2 millones de hectáreas de bosques, de los 5 millones de tiene toda la superficie de San Martín. Por lo menos 20 millones de hectáreas de bosques se han deforestado en el Perú en las últimas dos décadas.
Prima una concepción reduccionista sobre el bosque amazónico. Se ha “maderizado” el criterio de su aprovechamiento. Todo el mundo cree que el bosque sólo puede aportar y proveer madera, descuidando el inmenso potencial de plantas medicinales e industriales, de flores y frutos, de lianas y resinas y las posibilidades del bosque para la implantación de proyectos de etnoecoturismo, además de sus potencialidades como sumideros de carbono, acogiéndose a los acuerdos del Protocolo de Kyoto. Los bosques del mundo y en especial los tropicales son los vitales “riñones” del planeta ayudando a purificar y limpiar la atmósfera del corrosivo CO2 y otros gases.
El Perú posee aproximadamente 74 millones de hectáreas de bosques, más del 95 por ciento en su territorio amazónico. En riqueza forestal, ocupa el segundo lugar en América Latina después de Brasil y el sétimo en el mundo. Sin embargo, se sitúa en el primer lugar entre los países que más destruyen sus bosques, seguido de Brasil, Rusia, Malasia e Indonesia. Porque el 90 por ciento de la madera que extrae, consume y exporta, es ilegal. Pese a este enorme potencial, es un importador de madera de Chile y Bolivia.
El contrabando de especies biológicas, o sea el biotráfico, es hoy en día en el Perú uno de los renglones más rentables de la economía, a un pelo de los niveles y volúmenes del narcotráfico. Se ha calculado que el valor del biotráfico en la Amazonía Peruana sobrepasa los 500 millones de dólares anuales. Sólo durante el invierno amazónico de 1999 (enero, febrero, marzo y abril), el Dr. José Parodi, descatado científico e investigador ya desaparecido calculó un volumen de extracción clandestina de 50,000 metros cúbicos de caoba de la Reserva Nacional Pacaya-Samiria, uno de los bancos genéticos de la Baja Amazonía en el Perú (testimonio personal).

Sólo un ínfimo porcentaje de menos del 5 por ciento del total de los bosques tropicales del mundo, que se calcula todavía en 924 millones de hectáreas, están bajo manejo en muy pocos países. La mayor superficie, un total de 536 millones de hectáreas, están en América Latina en un proceso de erosión y degradación. La deforestación de bosques en América del Sur, de acuerdo a la FAO, en el lapso del 2000 al 2005, fue de 4. 3 millones de hectáreas por año. Sólo Brasil, deforesta un promedio de 3.1 millones de hectáreas por año.
La deforestación de los bosques tiene un impacto en cadena. Afecta toda la cadena de la vida. En el verano amazónico del 2005, en los meses de julio, agosto, setiembre y octubre, una calcinante sequía como consecuencia de los cambios climáticos y su secuela de modificaciones en los ciclos de vida de la naturaleza, agostó los ríos tributarios del Amazonas e hizo crisis en los sistemas de navegación y transporte, provocando en sólo 5 días más de 40 mil incendios en los estados brasileños de Acre, Mato Groso, Rondonia y Maranhao.
Según el testimonio del estudioso y cineasta peruano, Fernando Valdivia, la ciudad de Río Branco, la capital del estado de Acre, se cubrió de una densa e irrespirable humareda que obligó a los miles de habitantes a usar mascarillas y lentes. Los hospitales y centros de salud colapsaron porque no se dieron abasto para atender casos de asfixia y extrañas enfermedades como el Rota Virus que mataron a decenas de niños. Valdivia, que vivió esos días en Río Branco, describe una atmósfera y un paisaje del fin del mundo en Río Branco.
Todo este estado de cosas no surgió por generación espontánea. Es el producto de una política de colonización de la Amazonía brasileña iniciada por el presidente Getulio Vargas por los treintas del siglo XX e impulsada bajo la consigna falaz de ocupar “una tierra sin hombres para hombres sin tierra” con la construcción de la carretera Transamazónica liderada por el general Emilio Médici y que tuvo su mayor apogeo con el llamado “Milagro brasileño” (1968-1973) que convirtió a la Amazonía en un enclave productivo para cumplir con los bancos del Primer Mundo, los principales acreedores de una economía de creció al 11 por ciento , pero que ha hecho de ese espacio territorial poblado de bosques, ríos planetarios, megadiversidad y pueblos indígenas ancestrales muchos de ellos desaparecidos, como los Tupinamba, un espacio amenazado. Desde dentro y desde fuera. Desde dentro por las oligarquías dependientes y desde fuera por las economías centrales que imponen sus insaciables modelos y sistemas de ganancias a costa de la vida.

SE EXTINGUE LA BIOMASA PESQUERA

Los impactos del sistema extractivo mercantil impuesto desde la época colonial y desde los primeros días de la penetración occidental en la Amazonía, en la aurora del siglo XVI, y de la llamada economía moderna, de la globalización corporativa como lo define Vandana Shiva , sobre la biodiversidad amazónica son devastadores. Con todos los instrumentos científicos a su alcance, los investigadores y científicos han elaborado una suerte de ranking de las potencialidades amazónicas en el Perú. Es el siguiente:

-25,000 especies de flora 10% del total mundial
- 3,000 especies de orquídeas 10% del total mundial
- 7,500 especies nativas 5% del total mundial
- 4,400 especies nativas usadas por la población 1 en el mundo
- 128 plantas domesticadas 1 en el mundo
- 3,532 especies de mariposas 1 en el mundo
- 340 especies endémicas 3 en el mundo
- 298 especies de reptiles 12 en el mundo
- 98 especies endémicas 10 en el mundo
- 2,000 especies de peces 1 en el mundo
- 1,806 especies de aves 2 en el mundo
- 109 especies endémicas de aves 7 en el mundo
- 333 especies de anfibios 3 en el mundo
- 89 especies endémicas 12 en el mundo
Todo este invalorable banco genético está siendo asaltado y saqueado poniendo en peligro la supervivencia de muchas de estas especies. Pongamos por ejemplo el de la biomasa pesquera. Las pesquerías en la Amazonía atraviesan por una grave crisis por una captura indiscriminada e irracional que está provocando una acelerada disminución de la biomasa pesquera. ¿Las causas? Múltiples. A la existencia de normas desfasadas u obsoletas, a la falta de leyes regulatorias y de un estado ineficiente que haga cumplir las leyes todavía en vigencia, hay que agregar las prácticas no sostenibles de la pesca.
La mayor parte de los botes o lanchas de pesca que recorren los ríos y lagos de la Amazonía usan tóxicos como parathion, thiodan, cemento y otros productos venenosos para la captura de los bancos o mijanos en la estación del desove. Otros emplean productos vegetales como barbasco y catahua para pescar la apreciada especie de sábalos en las tahuampas en en el invierno amazónico. También los botes pescadores usan bombas y redes honderas que prácticamente barren la superficie de los lagos y ríos, arrasando también con los alevinos e impidiendo la reprodución de las especies.
Una de las prácticas más destructivas de la biomasa pesquera común en estos días en la Amazonía se realiza de la siguiente manera: los botes pesqueros se sitúan y esperan en la boca de los lagos y cochas, esperando la salida de las especies que salen en el busca del agua blanca de los ríos para desovar. Redes de fino tejido los capturan antes de que hayan cumplido su ciclo de reproducción y de vida.
Las consecuencias de esas prácticas están a la vista en toda la cuenca amazónica. Algunas poblaciones indígenas están al borde de la agonía biológica porque su principal alimento, la pesca, prácticamente está desapareciendo de sus lagos o cochas. En los mercados de todos los pueblos y grandes ciudades de la Amazonía, el pescado, que hace algunas décadas atrás, era el alimento del pueblo, ahora es un alimento de lujo porque la escasez ha hecho subir los precios a niveles prohibitivos para los pobres. Las especies de mayor tamaño y valor comercial tales como el paco, la gamitana, los grandes bagres como la doncella, el saltón y el zúngaro son cada día más escasos en los mercados de comercialización porque su pesca es la más intensa y depredadora. La fauna ictiológica de la Amazonía pierde tamaño y volumen.
El impacto de esta agresión sobre las pesquerías amazónicas se refleja en las estadísticas. Se estima que el desembarque anual de pescado del los ambientes naturales llega a 80 mil toneladas métricas en toda la Amazonía Peruana. Sin embargo, se ensancha cada día la brecha entre la oferta y la demanda. Hasta los no muy lejanos días del año 2000, un promedio de 22 mil toneladas de pescado eran desembarcadas en Iquitos, una ciudad de más de medio millón de habitantes y la principal urbe amazónica peruana. El año 2002 esa oferta descendió a 12 mil toneladas y en el año 2003 cayó a 8 mil. En Pucallpa, otra las grandes urbes amazónicas, la demanda anual de ambientes naturales es de 13 mil toneladas métricas. Pero la oferta sólo alcanza las 11 mil toneladas. Esta brecha entre la oferta y la demanda no se produce, tal como alguien podría suponer, porque otros sustitutos alimentarios están reemplazando al pescado y, por lo tanto, la demanda está disminuyendo. Simplemente la oferta está disminuyendo porque la biomasa pesquera conoce un proceso de acelerado agotamiento.
Se calcula que el 45% de la ingesta proteínica del poblador amazónico proviene de la pesca, seguido muy por debajo por la carne de vacuno, porcino, carne de monte, aves y huevos. El consumo de pescado del poblador rural amazónico es de más de 100 kilos per cápita y el de la urbe es de 30 kilos.
Si la tendencia de una cada vez más rápida caída de la oferta pesquera por un mayor agotamiento de la biomasa pesquera de los ambientes naturales no se revierte y si la oferta de la pesquería industrial no cubre la brecha cada vez más ancha entre la oferta y la demanda, podríamos estar acercándonos peligrosamente al borde de una catástrofe alimentaria en toda la cuenca amazónica.

EL RÍO AMAZONAS, UNA ANACONDA PLANETARIA QUE SE CONVULSIONA

En setiembre del año 2006 estuve en Belém do Pará, la capital del estado brasileño de Pará, con una población que bordea los 2 millones de habitantes. La urbe fluvial está al mismo tiempo en las orillas y en la misma desembocadura del río Amazonas en el Atlántico. En la ciudad, en la arquitectura, en la idiosincrasia de sus gentes, en la cultura y la economía, está la historia del gran río a través de los siglos.
El Amazonas no es el mismo río mar que Juan Vicente Núñez Pinzón avistó, asombrado, el 26 de enero del año 1500. Muchas aguas han pasado por la vida del río a lo largo de más de medio milenio. Cambios bruscos, drásticos, más que por el orden natural, por la mano del hombre, ha afectado severamente el sistema hidrológico del gran río y sus más de 1000 tributarios a lo largo y ancho de sus 6,780 kilómetros, que lo hacen el río más largo del planeta y el de mayor caudal. El volumen de las aguas del Amazonas representa el 47% de la suma total de las aguas de todos los ríos del orbe. El curso que semeja un camino de planetas como lo cantaba el gran poeta chileno Pablo Neruda parece hoy en día una anaconda cósmica herida de muerte y en convulsión por la implacable masacre y trituración de millones de hectáreas de sus bosques y su secuela de extinción de la fauna, de erosión de los suelos, desaparición de los pueblos y ciudades de sus orillas, de la agonía de decenas y centenares de los pueblos indígenas que se extinguen irreversiblemente.
Sin embargo, de acuerdo a los hidrólogos y climatólogos, nada amenaza más al río Amazonas que produce entre el 15 al 20 del agua dulce aún no contaminada existente en el planeta Tierra que el calentamiento climático.
En efecto, los transtornos climáticos producidos por las emisiones de gases tóxicos o de efecto invernadero han elevado la temperatura del Atlántico y el Pacífico tropicales, con implicancias en la estabilidad ecológica de la cuenca amazónica con la ocurrencia de sequías, lluvias diluviales, alteraciones en los ciclos biológicos de la flora y la fauna y sus previsibles impactos en la vida humana.
Estudios efectuados recientemente por equipos científicos de Francia y Brasil han revelado que el caudal de las aguas del Amazonas está en disminución. En el año 1999, de acuerdo a registros efectuados por estos equipos, se calculó que el volumen de las aguas del Amazonas fue de 267,000 metros cúbicos por segundo. En el año 2003 el registro bajó a 226,000 metros cúbicos. Además, los equipos de medición calcularon un incremento de los sedimentos que arrastra la corriente fluvial: entre los años 2000 y 2001 se estimó una sedimentación de 896 millones de toneladas métricas. Pero el 2003 el volumen sedimentario había pasado largamente de los mil millones de toneladas.
La disminución del caudal del río, el “padre monarca de los ríos”, según cantaba el poeta, significan cambios en toda la vida en la Tierra. Pero sobre en la vida de los pueblos indígenas que han interactuado con ese cosmos fluvial hace miles de años. Desde el principios de los tiempos como aparece registrado en la cosmovisión indígena.

LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN LA ECONOMÍA GLOBAL

Pasados los siglos, aún no hay acuerdo entre los científicos sobre el total de la población indígena precolombina en la cuenca del Amazonas, un sub continente de 7 millones de kilómetros cuadrados. Las estimaciones oscilan entre los 7 a 10 millones de habitantes. Quizás en el futuro los científicos lleguen a coincidir en una cifra mayor, talvez en los 10 millones, porque el argumento central de que la fragilidad y poca fertilidad de los suelos y los ecosistemas tropicales de la Baja Amazonía eran incapaces de sostener una población de millones de habitantes con el riesgo de un colapso ambiental y demográfico se está debilitando.
En años recientes los descubrimientos y estudios sobre sistemas productivos de alta fertilidad en la Baja Amazonía precolombina, basadas en la llamada terra preta, suelos preparados con materia orgánica, especialmente carbón negro y otros residuos del bosque, hicieron posible una agricultura permanente y semi permanente que sin duda permitió una organización social y económica productiva con posibilidades de soportar y alimentar grandes poblaciones.
Actualmente, según la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA) la población indígena amazónica es de 1 millón y medio de habitantes, correspondientes a 400 pueblos o familias etnolingüísticas distribuidos en 9 países de la cuenca amazónica. La Amazonía precolombina, de acuerdo a COICA, cobijó a 7 millones de habitantes indígenas de 2000 pueblos o naciones.
Que hayan sido 7 o 10 millones hace 500 años, lo cierto es que los pueblos indígenas fueron masacrados y casi exterminados. Uncidos al yugo de la esclavitud para la producción del sistema extractivo-mercantil impuesto por la colonia, diezmados por las enfermedades traídas por Occidente, arrasados sus pueblos, su organización social, sus sistemas productivos, su economía, su cultura y su vida, los indígenas de la Amazonía, desde los Tupinamba, que originalmente habitaron en el delta del Marajó en la desembocadura del Amazonas en el Atlántico, hasta los Chamicuro, los Andoa y los Iñapari en la Baja y Alta Amazonía del Perú, fueron desapareciendo, extinguiéndose y con ellos, su lengua, su cultura, su memoria.
La destrucción de la naturaleza amazónica y la tragedia de los pueblos indígenas siempre está en relación a ciertos períodos, acontecimientos y a los ciclos de la economía mundial. Después del devastador impacto de la imposición colonial sobre la existencia de los pueblos indígenas, desde los siglos XVI hasta el siglo XVIII, el advenimiento de los estados independientes y republicanos en el siglo XIX no cambió mayormente la suerte de estos pueblos. Todo lo contrario, fue peor. A finales del siglo XIX y principios del XX la cuenca amazónica fue articulada a la economía mundial, en el auge de la primera revolución industrial, para suministrar la materia prima, el caucho o shiringa (Hevea brasiliensis) para la naciente industria automovilística. El látex del “arbol que llora” fue mezclada con la sangre de miles de indígenas atados inmisericorde y cruelmente a la cadena esclavista del sistema precapitalista de la explotación del caucho tanto en Brasil, Colombia, Perú, Bolivia y Ecuador. Sólo en el Perú, de una población indígena amazónica de 300 mil habitantes, murieron no menos de 50 mil indígenas, de acuerdo a los documentos y testimonios de la época.
Tanto el ciclo del “oro blanco” de la cocaína como el ciclo del “oro negro” del petróleo, del gas y la demanda actual de minerales por China y la India, las dos potencias emergentes, están provocando una nueva conmoción en la vida de los pueblos indígenas y de los ecosistemas amazónicos. En el estado amazónico de Pará, Brasil, la mina de hierro más grande del mundo, “Serra do Carajás”, la siembra de millones de hectáreas de soya, la extracción aurífera, la tala de millones de hectáreas de bosques y otros grandes proyectos vinculados a las multinacionales y al modelo de economía moderna y global están produciendo heridas de muerte en los ecosistemas y amenazando la supervivencia de los pueblos indígenas.
En Ecuador, para citar un solo caso entre varios, la multinacional petrolera TEXACO a lo largo de 20 años ha perforado 430 pozos en una superficie de 430 mil hectáreas para extraer 1500 millones de barriles de petróleo con una impacto irreversible en ríos, bosques, suelos y en la existencia de los pueblos indígenas.
El 60% del territorio boliviano es amazónico. Después del ciclo del caucho, en el siglo XX se han instalado en este espacio grandes latifundios ganaderos, plantaciones de soya y otros cultivos del agrobusiness, los commodities, así como miles de parcelas o catos de siembras de coca para el consumo tradicional y el narcotráfico. En la vastas y fértiles llanuras aluviales de Santa Cruz de la Sierra se han plantado 200 mil hectáreas de soya que han ubicado a Bolivia como el octavo exportadora mundial del cereal para la producción de carne para las hamburguesas de MacDonald. El costo, tal como he podido observar en mis múltiples viajes de estudio a Bolivia, son cientos de miles de hectáreas de bosques tropicales húmedos convertidos en humo, ríos transformados en cursos sedientos como el Piraí y pueblos indígenas desalojados y expulsados de sus tierras ancestrales.
El proceso de ocupación de la Amazonía colombiana, el 40% de su territorio, es una historia de violencia. Primero con el ciclo del caucho que originó sangrientas masacres indígenas y ahora con el ciclo del narcotráfico donde, otra vez, las víctimas de primera línea son los indígenas y luego los colonos campesinos. De los 2 millones de refugiados colombianos, resultado de la atroz violencia que desangra esa nación, algunos miles son campesinos e indígenas andino-amazónicos. De acuerdo a un informe de la Defensoría del Pueblo en Colombia, los indígenas colombianos son víctimas de genocidio porque ancestralmente han vivido, siguen viviendo y por lo tanto son dueños de territorios donde las multinacionales del Primer Mundo han puesto sus ambiciones: bosques megadiversos, tierras con reservas de gas, petróleo y otros minerales. Pero sobre todo acuíferos, como los de la Sierra Nevada de San Marta, que tiene un valor estratégico y vital en el siglo XXI.
Al despuntar el alba del 10 de octubre del año 2006, las Comunidades Achuar tomaron las instalaciones petroleras de los lotes 1AB (253 pozos, 117 operativos) y B (176 pozos, 60 operativos) de la multinacional hispano-argentina PLUSPETROL, en las selvas de la Amazonía Peruana. Los Achuar, con una población de 12,500 mil habitantes, de la familia etnolonguística Jíbaro-Jíbaro como sus hermanos ecuatorianos Shuar y Shiwiar viven ancestralmente en los ríos Corrientes, Pastaza, Huasaga, Huitoyacu y Morona. Estos ríos, principalmente el Corrientes y el Pastaza, reciben desde hace más de 30 años un promedio de 1 millón 300 mil barriles de aguas de formación, es decir, aguas tóxicas que se extraen junto con el petróleo amazónico de origen marino a 100 grados de temperatura y con altos contenidos de bario, cadmio, plomo, benceno, mercurio y arsénico.
Hace algunos años visité la zona. Aún recuerdo vivamente los depósitos de agua de formación, humeantes, y en medio del vapor a los hombres con sus cascos amarillos manipulando tuberías y otros elementos para extraer las últimas gotas de petróleo escapadas con el agua de formación. Pregunté a uno de los obreros, ¿a dónde se arroja esta agua venenosa? El hombre, apenas mascullando en la boca la respuesta, me dijo: lo lanzamos al río. Pero la impresión más dolorosa y diría hasta sublevante lo tuve cuando hablé con la gente de una comunidad indígena. Hombres, mujeres y niños, además de un avanzado estado de desnutrición, estaban plagados de extrañas escoriaciones en los brazos, el rostro y todo el cuerpo. Es más, todos, a casi todos, padecían enfermedades estomacales. Estaban envenenados.
La explotación de los lotes 1AB y B empezó en 1978, cuando la Occidental Petroleum Company (OXY), propiedad del cuestionado multimillonario estadounidense Armand Hammer, suscribió el respectivo contrato con el gobierno del Perú. Ambos lotes, que han producido utilidades por 16 mil millones de dólares, que pasaron a las manos de la PLUSPETROL, siguieron arrojando los ríos de veneno y contaminación a la cuenca amazónica, causando terribles estragos en la ecología y la vida de los pueblos indígenas que, cansados y exasperados de pedir el apoyo de los sucesivos gobiernos en su lucha contra la multinacional y su supervivencia, recibiendo sólo indiferencia, decidieron esa madrugada del 10 de octubre hacerse justicia por su propias manos pasando a la lucha. Probablemente ese día ha empezado un nuevo capítulo en la historia de los pueblos indígenas en la defensa de su vida en la cuenca amazónica.
Camisea es uno de los megaproyectos de extracción de gas natural e hidrocarburos líquidos en el Perú licitados internacionalmente en el año 2000 y adjudicado al consorcio Camisea. Los yacimientos de San Martín y Cashiriari, conocidos como Bloque 88, son uno de los más importantes de América Latina. El consorcio Camisea está integrado por la hispano-argentina Pluspetrol, la estadounidense Hunt Oil, la coreana SK Corporation, la argentina Techint y la argelina Sonatrach y han suscrito un contrato por 40 años para la extracción de 8.7 trillones de pies cúbicos de gas y 411 millones de barriles de líquidos de gas natural asociados con propano, butano y condensados. El gasoducto construido batió el récord mundial de mala calidad técnica y de inseguridad: en sólo 18 meses se produjo cuadro derrames por efecto de fallas y una explosión. Los impactos de estos derrames, de la explosión y de todo el funcionamiento del proyecto ha sido catastrófico para los pueblos indígenas y la ecología amazónica.
En el período del 2001 al 2003 murieron 17 pobladores indígenas a causa de la aparición de enfermedades que nunca se habían presentado entre los indígenas. La Defensoría del Pueblo exigió al Ministerio de Salud investigar esas muertes. El Defensor Adjunto para Servicios Públicos y Medio Ambiente, Carlos Alza, también pidió investigar una epidemia de gripe y 16 casos de sífilis detectados en las Comunidades de Camisea y de Shivancoreni. Aunque un informe de la Defensoría del Proyecto Camisea de la Universidad Católica del Perú (UCP) hace referencia a 132 casos de sífilis detectados en las Comunidades Machigüenga de la zona de influencia de la extracción del gas.
En setiembre del año 2006 entrevisté en Atalaya, en el corazón geográfico del Perú, en plena Amazonía, allí donde confluyen los ríos Urubamba y Tambo para dar nacimiento al río Ucayali que, a la vez, se junta con el Marañón para dar carta de nacimiento al Amazonas, a Francisco de Asís Mendoza de Souza, gerente de la Sub Región de Atalaya del Gobierno Regional de Ucayali (GOREU). Meses antes, toda la población de Atalaya, en un acto sin precedentes, había bloqueado el río Urubamba con centenares de canoas tripuladas por indígenas armados de lanzas y flechas para impedir el tránsito fluvial de las barcazas del consorcio Camisea.
“La contaminación de los derrames de gas y los impactos que produce la navegación de las barcazas y lanchas del consorcio Camisea en el río Urubamba está matando los peces.”, dijo. En las Comunidades más cercanas a los campamentos del consorcio, Segakiato, Mayapo, Camaná e Ivochote y otras, las escuelas y las postas médicas y otros servicios sucumben en medio de la pobreza y la escasez, abandonados por el estado y por las promesas incumplidas del consorcio.
Tanto por la irreversible alteración de su medio biofísico, así como por las drásticas modificaciones de su sistema social y cultural y por su inmersión sin defensas ni salvaguardas en una economía de mercado de cuarto mundo, sin regulaciones ni racionalidad, pero dependiente de una supuesta economía moderna y global, los Machigüenga, un pueblo de los familia etnolingüística Arawak que habita en el ámbito territorial de influencia del consorcio Camisea, está en un túnel sin salida.

PANTEÍSMO Y ANIMISMO INDÍGENAS: EL NUEVO PARADIGMA DE LA
ECOLOGÍA Y DE UNA NUEVA SOCIEDAD HUMANA

Como señala Julián Marías en su “Historia de la Filosofía” (Alianza Editorial, Madrid, 1966), para el pensamiento griego el mundo existe desde siempre y es interpretado como naturaleza y por ello como principio. Es un mundo inteligible, es decir, se puede comprender , contemplar y ver, teoría, logos y ser y, por lo tanto, este mundo aparece como algo ordenado y sometido a la ley. Es la noción del cosmos.
La activista hindú de la naturaleza, Vandana Shiva, citada reiteradamente en este texto, en su ensayo titulado “Recursos” y publicado en el Diccionario del Desarrollo, editado por Wolfgang Sachs (PRATEC Proyecto Andino de Tecnología Campesina, Lima, 1996), nos recuerda que en su origen la palabra “recursos” (resource en inglés) significaba vida. Su raíz es el verbo latino “surgere” y nos propone un concepto y una idea de una fuente de energía y vida permanente y en continuo surgimiento. Pero este concepto de recurso y naturaleza sufre un brusco cambio y transformación con el advenimiento del colonialismo e industrialismo que convierte a la naturaleza viva y sus dones en simples insumos materiales, agotables e inertes. La economía moderna y global ha terminado por asesinar el concepto de naturaleza como fuente de vida.
La naturaleza, la madre naturaleza sacralizada por las culturas antiguas y por la cosmovisión indígena andina-amazónica, termina por ser desacralizada por el racionalismo cartesiano y el cientificismo de Francis Bacon (1562-1626), considerado el padre de la ciencia moderna y para quien el conocimiento científico y sus instrumentos “no ejercen meramente una gentil inducción sobre el curso de la naturaleza; tiene el poder de conquistarla y subyugarla, de conmoverla hasta sus cimientos”.
Con este pensamiento, con la fe moderna en la ciencia y en la creencia ciega en la teología del mercado, la naturaleza se transformó en materia prima y los seres humanos en “recursos humanos calificados”. Lo que le llevó a Robert Solow, quizás el más destacado representante de la macroeconomía neo keynesiana, a afirmar: “La vieja preocupación sobre el agotamiento de los recursos naturales no descansa más en ninguna base teórica firme”. A tono con esta idolatría cientificista, el presidente George W. Bush, en su informe sobre el Estado de la Unión que hemos citado, ha dicho que el calentamiento climático y sus consecuencias serán solucionados con los instrumentos de la tecnología y los milagros de la ciencia. Curioso razonamiento en un fundamentalista contradictorio, en la religión armagedonista y en la economía ultraliberal de las multinacionales petroleras.
En síntesis, para el pensamiento científico occidental el concepto de naturaleza y de realidad es, fundamentalmente, material, o sea, lo material es la base de lo real. En esta realidad, existe un mundo único, unificado, regido por leyes físicas y químicas, únicas y válidas para todos sus ámbitos. Las leyes de la lógica aristotélica y clásica. Mundos en la categoría de naturaleza, opuestos a los de cultura y sociedad.
Por el contrario, para el pensamiento mágico de la cosmovisión indígena amazónica la realidad tiene aspectos materiales y no materiales, visibles y no visibles, ordinarias y extraordinarias. Para este pensamiento, existe un único cosmos. Pero este cosmos es una unidad en la multiplicidad. Es la unidad de lo diverso. Este cosmos, tal como lo han señalado los científicos sociales más destacados, está compuesto por diversos mundos ubicados en espacios y planos espaciales diferentes: el mundo del bosque, de los ríos y de las cochas. En este mundo, naturaleza y cultura son concebidas como partes.
En estos mundos no visibles habitan las esencias primordiales de las cosas: las madres de la naturaleza, los genios de las plantas, de los minerales y los animales. En tiempos primordiales, todos eran gente. Pero este cosmos primordial, individido e indiviso, en un momento de la historia se ha dividido y fraccionado. Los movimientos milenaristas y mesiánicos indígenas que han sucedido a lo largo de la historia, como el de Juan Santos Atahualpa, en el siglo XVIII, están a la búsqueda de la recomposición y unidad de este mundo.
El panteísmo y el animismo indígenas, que es un retorno a la creencia original de que el hombre está integrado a la naturaleza, como un todo, es hoy en los inicios del siglo XXI y en el curso de una crisis ambiental planetaria que algunos científicos columbran como irreversible y apocalíptica, uno de los mayores y mejores paradigmas ambientalistas y conservacionistas y un nuevo modelo de sociedad y de relación con la naturaleza. Porque mientras que en la sociedad capitalista neoliberal el ser humano vive sólo para consumir, en el modelo de sociedad indígena el hombre y la mujer consumen sólo para vivir.
Después de todo el mismo desarrollo y evolución de la ciencia nos conduce a los maravillosos mecanismos de funcionamiento de la naturaleza y la vida. Porque la ciencia moderna nació con Galileo en el siglo XVII y un siglo después se formularon y establecieron sus principios teóricos y sus principios prácticos se vieron en el siglo XIX con la revolución industrial, Por eso, el siglo XIX fue el siglo de la química y la mecánica, el XX el siglo de la física y el siglo XXI el siglo de la biología y la revelación del misterio de la vida.
Los filósofos de la postmodernidad, Leonardo Boff, Humberto Maturana y Félix Guattary lo saben y por eso se han atrevido a sostener que la única posibilidad de que el hombre sobreviva en el planeta Tierra es rearticulando y reestableciendo su relación con la naturaleza, volviendo a ser parte esencial de ella, asumiendo una condición de vida animista y panteísta.
Si el advenimiento de la modernidad sólo fue posible luego de los cambios y transformaciones de la Edad Media, paralizada durante diez largos siglos por la asunción dogmática de la fe y la razón, la postmodernidad amazónica desde la cosmovisión indígena es, igualmente, la puesta en cuestión de todos los extravíos y excesos de la supuesta modernidad de la globalización en la economía, la cultura, la política y sobre todo de su voluptuosa e insaciable capacidad destructora de la Madre Naturaleza.
Costa Mesa, 12 de febrero del 2007
Ponencia en el País Vasco en verano de este año en un evento sobre medio ambiente.

1 comentario:

Pampa Pakana dijo...

excelente blog, muy bueno