domingo, 22 de abril de 2012


Cuatro libros amazónicos en sólo un mes


Las publicación de libros sorprendieron a los amantes de la literatura amazónica en Tarapoto; en casi un mes se hicieron público tres ediciones de autores locales que rescatan las vivencias de los sanmartinenses, hecho a la que no estamos acostumbrados, y aún más, en los siguientes días vendrá otra presentación.

Antes de escribir sobre Roger Rumrrill o del extinto Jenaro Herrera, comenzaré reconociendo el valor de la pluma contemporánea de Gavino Quinde Pintado (San Ignacio 1960), quien el 17 de marzo presentó su colección de relatos titulado “Historias que conmueven”, un compendio de 17 historias nostálgicas que mezclan la anécdota, la superación y el amor por la familia.

Si bien Gavino es reconocido por las poesías galardonadas en los juegos florales de El Tarapotino, él aún tiene mucho por sorprendernos con las inéditas novelas que esperan una editorial. Valga mi opinión positiva por el estilo y cuidado en la narración, ya que no tiene que envidiar a escritores connotados de talla internacional.

“La princesa que ríe de día y llora de noche” es el título publicado una semana después, escrito por Melissa Vecco Giove (Chosica 1980), en la que crea un mundo de fantasía para niños basadas en las leyendas amazónica. Hablar a los infantes del chullachaqui o las aventuras de chichi, la tetita acomplejada, son enternecedoras historia que hace evidente el surgimiento impulsivo de la narrativa escrita. Ambas publicaciones fueron hechas por el centro cultural Rezistencia.

La preocupación por las letras se refleja también en la publicación hecha por el proyecto Rescate y afirmación de las expresiones culturales, que hace pocos días publicó un libro compilatorio con poemas de Jenaro Herrera Torres (Moyobamba 1861), quizá el primer sanmartinense intelectual, cuya conmemoración por su sesquicentenario de nacimiento se recordó el año pasado (2011).

El título del libro es “Obra poética”, recopilado por el huancavelicano Manuel Marticorena Quintanilla, quien llegó esta semana a Tarapoto para la presentación junto a Roger Rumrrill. Ambos coincidieron en rescatar la dedicación, en avanzada, de Jenaro Herrera al rescatar las tradiciones orales de la población amazónica, tal como lo hiciera un seguidor de Ricardo Palma.

Rumrrill, más interesado en la coyuntura de la época, señaló como ejemplo a Jenaro Herrera, y no podría ser mejor ya que fue abogado, docente y periodista, “Pareciera un anglosajón por su disciplina, orden, rigurosidad y puntualidad”, fueron las palabras del estudioso amazónico durante la presentación. Hay mucho que aprender al respecto.

Lo que también pasará a la historia es el auge por el que está pasando la literatura sanmartinense con asociaciones literarias como Machusacha de Lamas o Rezistencia en Tarapoto, esta última presentará otro libro titulado “Antología de la literatura sanmartinense”, obviamente con escritores de nuestra época. Una edición que promete, cuya presentación se ha anunciado para el 4 de mayo, si es que no median inconvenientes.

Tener publicaciones constantes emociona a cualquiera apegado a las letras como este servidor, pero el entusiasmo se pierde cuando vemos los auditorios y las salas de lectura vacías, pareciera vivir un sueño cuando sólo unos cuantos van a las presentaciones mientras tanta prensa habladora, profesores o estudiantes ni se interesan en asistir. Por ello, espero verlos en la siguiente.

Fuente: Blogger Mis ideas de César Cárdenas

viernes, 20 de abril de 2012


TAKAWA: un concepto kukama para una “intervención humanitaria”

Por: P. Miguel Angel Cadenas y P. Manolo Berjón

                                                                                         Dedicado a José Alvez Ricopa, de quien tanto aprendemos.
Escribimos desde el río Marañón, desde los distritos de Parinari y Urarinas para ser precisos, provincia de Loreto (Perú). En estos momentos está todo inundado, llevamos más de un mes así, las comunidades más bajas, desde febrero. Algunas familias ya han tenido que subir su emponado. Es una operación riesgosa. Levantar el emponado para alzarlo es debilitar la estructura de la casa. La corriente y un viento fuerte la pueden voltear. El pueblo tupí–kukama es experto en convivir con las crecientes y saben perfectamente tomar las precauciones del caso, pero ahí están los riesgos. Los niños juegan en el agua y la vida se desarrolla con normalidad. En tiempos de crisis no conviene hacer dramas. Hay mayor precaución con los bebés y la parte más dura llegará con la vaciante: junio-setiembre. Valorar lo que sucede en el río con criterios citadinos desembocará en intervenciones inadecuadas. La crisis urbana generada en Iquitos tiene causas estructurales y exige otros parámetros.

Lo primero que nos viene a la mente son los mitos del diluvio, de gran calado en la Amazonía. No transcribiremos aquí ninguno de ellos por falta de espacio. Tan solo recordar que para el pueblo kukama la inundación supone acabar con la tierra vieja para que brote una tierra nueva. El “diluvio”–creciente se produce por el mal que existe en el mundo. El comportamiento inmoral contribuye a esta desaparición–alagación del mundo. Con el diluvio se disipan todos los pecados y surge un mundo nuevo: tierra muy productiva por el barro depositado y ausencia de plagas. El diluvio en kukama se traduce literalmente por “nuestra tierra desaparece”. No conviene olvidar la segunda parte: surge una nueva tierra, una nueva creación.
Si en el primer punto acudíamos al mito, en el segundo lo haremos a la historia. En el s. XVIII el P. Manuel Uriarte escribe: “… y una gran creciente del Marañón, que anegó las [chacras] de los Omaguas, hubo este año carestía, hasta no tener qué comer sino platanitos tiernos como un dedo, y buscar los indios cogollos de palmas para hacer sus bebidas. Ni tenían ánimo de pescar y cazar, faltando su pan. Mas ingeniándose y comprando de los Yameos de San Regis y Napeanos, lo pasaron hasta que hubo chagras maduras en tierras altas, que hacían los Amaonos y Masamaes”.
No es la única creciente de la que habla el P. Uriarte, describe varias, pero con una tenemos suficiente. Esta en concreto se produjo el año 1761. Del texto transcrito podemos deducir varias cosas: que las crecientes no son de hoy, aunque el cambio climático introduzca variantes que no serán objeto de este escrito; que la época de hambruna fue posterior a la creciente, es decir, en tiempo de vaciante; que los Omaguas [pueblo tupí] se valían de sus vecinos para sobrevivir hasta que tuvieron chacras nuevas. Un poco más adelante el P. Uriarte nos informa que este mismo año y para hacer frente a la hambruna con los niños de Omaguas “hice una chagra en purma, que es monte bajo, donde se sembró arroz, frijoles y plátanos, con algún maíz y yuca para tener a mano algún socorro, caso que se perdiesen las de las orillas o islas del río”. Se ve la predilección por sembrar en las riberas o en las islas, terreno mucho más productivo.
Al día de hoy las estrategias son las mismas. Algunas familias migran a las quebradas o lugares más altos donde permanecen junto con alguno de sus familiares. Esta migración puede tener una doble vertiente: una visita temporal, mientras dura la creciente y el hambre, o instalar junto a ellos su nueva residencia. En lenguaje humanitario: “desplazados por causas naturales”. Otra de las tácticas no descrita en este párrafo por el P. Uriarte, pero compartida en su época es en torno a los cánones de belleza. La cultura occidental estima un cuerpo delgado como signo de perfección, la medicina occidental ha contribuido mucho a este canon. Pero en épocas de hambre las personas más delgadas poseen menos recursos energéticos, grasas, para hacer frente a las circunstancias adversas. Todavía al día de hoy para los kukama una persona gorda es una persona saludable. Sin duda, con el trasfondo de las inundaciones podemos comprenderlo mejor. Por cierto, en los últimos años, en todos los distritos e incluso en pueblos alejados se eligen “reinas de belleza”, casi siempre bajo los cánones occidentales de delgadez.

En un tercer punto invocamos el concepto kukama de takawa: daño producido por una comida especialmente apetecible o deseada. Bien sea por exceso, empacho, o por defecto de la misma, no quedar satisfecho. Provoca una diarrea puntual, tan solo demora el tiempo de la “indigestión” (también en la producida por no quedar saciado). Una vez ocasionada la takawa, ya no deseas comer ese alimento por bastante tiempo, causa rechazo. Posiblemente durante la vaciante encontraremos muchos casos de takawa por no poder saciarse. Acudimos al concepto kukama de takawa para llamar la atención sobre la “ayuda humanitaria”. Por supuesto que las poblaciones del Marañón la necesitan, ya nos lo recordaba el P. Uriarte. Pero no una “ayuda humanitaria ciega”.
El apoyo a los damnificados [del Marañón] se debe dar en el momento preciso: en vaciante. Durante la creciente todavía queda plátano y yuca y se cazan bastantes animales de monte porque están circunscritos en pequeños espacios de tierra que no ha sido inundada. La caza es fácil en estos momentos. Y la pesca será abundante y de peces gordos porque ahora están comiendo los frutos de los árboles en las tahuampas [interior del bosque inundado]. En vaciante habrá pescado, pero no habrá yuca ni plátano. Y sin estos productos los kukama dicen que no se puede comer, aunque haya abundancia de pescado.
El P. Uriarte nos señalaba algunos productos que serán necesarios si verdaderamente deseamos apoyar al pueblo kukama: arroz, frejol, plátano, maíz y yuca. Podemos añadir maní y, en una mezcla adecuada, con maíz obtendremos el suculento upe. Se podrá objetar que son fundamentalmente hidratos de carbono. Cierto, pero eso es lo que se necesita. Como no son los tiempos del P. Uriarte y la pesca, aunque se espera que sea abundante en vaciante, no será como debiera, por motivos que ahora no vienen al caso, pero que los impunes derrames petroleros ayudan a que no olvidemos, bien vendría en las últimas intervenciones de los meses de agosto y setiembre algunas proteínas animales, a poder ser pescado de la Amazonía.
Utilizar la “ayuda humanitaria” para introducir nuevos alimentos, con el argumento de que son los que se pueden conseguir en el mercado y, por su envasado, fáciles de repartir, será nefasto. Los nuevos sabores necesitan tiempo para ser admitidos, por mientras podemos ver que las gallinas, perros, chanchos… comen las papillas e incluso leche donadas por el Ministerio de Salud versión PIN (Programa de Intervención Nutricional) o PRONAA (Programa Nacional de Alimentos). Los nuevos sabores pueden producir rechazo y generar takawa, además de producir diarreas, por el cambio alimentario. Un segundo efecto colateral será la basura generada por los envases. Llenaremos las comunidades de recipientes difíciles de reciclar. El 2010, con la pésima intervención de la Pluspetrol por un derrame petrolero, se provocaron muchos takawa y se generó una ingente cantidad de basura por los envases, muchos de ellos terminaron en el río. Mientras los que proporcionan la “ayuda humanitaria” se proclaman ecológicos, con su intervención pueden inducir un desastre. Los apoyos a los damnificados no son para experimentar sabores, sino de ayuda a las personas concretas. Tener en cuenta la categoría takawa, propuesta por los kukama, es la posibilidad de una “intervención humanitaria despierta”.
Tradicionalmente eran comunes los enterramientos de yuca en creciente para posteriormente hacer fariña, que de tantos apuros ha sacado a los pueblos tupí. Este año hay menos enterramientos de yuca. Muchas familias no se esperaban una creciente tan grande y les ha pillado desprevenidos. La “incorporación al mercado” ha ido provocando la necesidad de dinero contante y sonante para adquirir algunos objetos necesarios (los comienzos del año escolar dan buena cuenta de ello), lo que obliga a sembrar productos para la venta. En resumen, que apenas se producen ahora enterramientos de yuca, difícilmente se podrá hacer fariña. Adquirir fariña de yuca amarga para pueblos indígenas que utilizan la yuca dulce aumentará las diarreas por cambio alimentario, puesto que son dos tipos de yuca diferentes con tratamientos diversos. Ahí están las intervenciones de las inundaciones del 93-94 para recordarlo: la fariña de yuca amarga cambia de sabor.
Un último punto antes de concluir. Ayudar implica “tener en cuenta”. Las personas que reciben ayuda, por encima de todo, son personas y como tales deben ser tratadas. Aprender de los pueblos indígenas supone contar con ellos, al menos como agradecimiento a su resistencia y sabiduría. Entregarles la ayuda a las organizaciones indígenas para que gestionen “la crisis” será el mejor antídoto y aumentará los niveles de autoestima, evitando en lo posible “el don que hiere”. Les agradecemos su sabiduría, valoramos su organización, y les entregamos para que ellos distribuyan, cuidando la reciprocidad. En estos momentos los Municipios del bajo Marañón están inmersos en fuertes crisis, con pugnas de poder por parte de diversos grupos, defendiendo, en muchas ocasiones, intereses ajenos. La mejor forma de canalizar la “ayuda humanitaria despierta” será a través de las organizaciones indígenas. Otro tipo de apoyos serán espúreos.
Se necesitarán simientes, muchas familias se verán abocadas a comer las semillas de siembra, lo cual generará problemas agravados. Además de la ayuda alimentaria familiar, no estaría mal un vaso de upe para desayuno escolar y almuerzos para los colegiales durante la vaciante. La emergencia ocasionará enfermedades que habrá que atender.
Santa Rita de Castilla, 20 de abril de 2012
P. Miguel Angel Cadenas                             P. Manolo Berjón
Parroquia Santa Rita de Castilla               Parroquia Santa Rita de Castilla
Río Marañón                                                     Río Marañón
Fotos: Parroquia Santa Rita de Castilla – Río Marañón, 2012

sábado, 28 de enero de 2012

Nosotros, los Yanesha.

Por Denis Merino

Don Espíritu Bautista Pascual, líder nativo tiene un objetivo que es la razón de su existencia. Se ha propuesto revalorar la cultura Yanesha, tan desconocida por la mayoría de peruanos y que según afirma está llena de valores, que hacen de la vida de sus seguidores una escuela de ética y moral.


El amor a su tierra y particularmente a los principios de su pueblo, lo convencieron de formar una escuela donde los niños Yaneshas conozcan todo lo relacionado a su cultura y en eso ha puesto todo su empeño y principalmente conocimientos. Por algo Yanesha significa nosotros o sea diferente a otros.

Nacido en 1957 en la comunidad de Tserro´th del pueblo de Yoncollmás del distrito de Villa Rica provincia de Oxapampa en la región Pasco, expresa que sus facciones y su color blanco, algo diferente al de sus paisanos, se debe a que su madre fue hija de un mestizo ya que su abuelo materno fue hijo de un alemán, su bisabuelo, que llegó a la zona y de una Yanesha a la que abandonó embarazada.

“Mi crianza, felizmente, ha sido puramente Yanesha, mi madre falleció cuando yo tenía ocho meses y mi crianza recayó enteramente en mi padre y un poco en mis hermanos mayores, hasta los 10 años nunca asistí a una escuela pero aprendí mucho, tanto de mi papá como de otros Yaneshas de otros lugares que nos visitaban periódicamente y de los que escuchaba historias sorprendentes, por supuesto que nadie sabía castellano”.

Entre esos consejos recuerda que su padre le repetía siempre que no se debía robar, ni ser ocioso, ni codiciar las cosas de otros. Después lo bañaba cuando había luna llena con una planta que aseguraba tenía propiedades para hacer a los niños más inteligentes.

Bautista dice calmadamente que de esos contactos aprendió muchos códigos morales, comportamientos de honestidad y además que “existe alguien, un creador, que nos permite nacer, que nos cuida, a quien rezábamos en las mañanas para tener un buen día y en la noche como agradecimiento, mi padre decía que tenía que haber respeto hacia los demás y si peleábamos con otros u ofendíamos ese dios nos quitaría la fuerza”.

PEGADO A LA NATURALEZA
Como una forma de explicar su permanente contacto con su entorno, Bautista dice que vivía pegado a la naturaleza, lo que para él fue como una Universidad. “En mis primeros años aprendí a usar la flecha para pescar, adivinar con las hojas de coca, en el monte conocí las propiedades de las plantas, a la vez que entonaba canciones yaneshas”.

Luego continúa “antes de la reforma agraria de 1967 vivíamos dispersos pero después llega un Cuerpo de Paz y sugieren que conservemos nuestros territorios y es así que se llega a un acuerdo con el gobierno de entonces para preservar nuestras tierras y formamos en Oxapampa conjuntamente con los Ashaninkas la Conferencia de Comunidades Nativas de la Selva Central”.

Después se firma un convenio con el Ministerio de Educación y el Instituto Lingüístico de Verano para la formación de profesores indígenas”.

Cuando su padre decide que Espíritu debía asistir a la escuela en Yarinacocha (Ucayali), ese desarraigo significó un terrible sufrimiento para él y se resistió.

“Pero después de bañarme con la planta de la inteligencia cambie de opinión, aprendí castellano y decidí estudiar muy fuerte, no falté ni una vez en todo el año a la escuela y obtuve muy buenas calificaciones, en el 72 terminé la primaria, justo cuando mi padre moría de paludismo, ya no tuve dinero para seguir la secundaria”.

BIBLIOTECAS
“Cuando mi padre se reunía con los ancianos de otras comunidades Yaneshas contaban interesantes relatos, eran como bibliotecas, algunas las escribía al instante y otras que se me fueron quedando en la mente que es como una grabadora, las escribí después. También me dediqué a seguir investigando más sobre mi cultura, no perdía el tiempo como otros jóvenes”.

En 1978 Bautista es elegido como presidente del Congreso de Comunidades Yaneshas-Ashaninkas y desde entonces siempre ha estado al frente de organizaciones nativas con la intención de contribuir a la revalorización de esas culturas.

Hace un par de años el dirigente vio coronado sus esfuerzos al terminar el mapa histórico del espacio cultural del pueblo Yanesha y actualmente casi termina con un catálogo sobre su Música, inspirada en los sonidos de los ríos, las cataratas, los cerros, la lluvia, los rayos, los que interpreta con tambores, quenas y carrizos.

Para los Yaneshas como para otras culturas amazónicas, las diversas formas de la naturaleza son dioses “la biodiversidad es como gente. Unos cinco mil años atrás las plantas, los ríos, han convivido con nosotros como gente, nosotros no los vemos pero ellos sí, lo que pasa es que nuestro comportamiento actual no es como ellos quisieran”.

SON 12 MIL
Espíritu tiene 10 hijos, cinco mujeres y cinco hombres “conozco el secreto para elegir el sexo de los hijos por eso tengo pares y con ellos y otros niños y jóvenes he empezado la escuela para la formación de semilleros. Me preocupa mucho que estemos en peligro de extinción por eso quiero que nuestra historia no se pierda sino sea conocida y revalorada”.

La comunidad Yanesha cuenta actualmente con 12 mil personas que viven en las zonas de Chanchamayo-Junín, Oxapampa-Pasco y Puerto Inca y Pachitea en Huanuco. Bautista es actualmente secretario de cultura de la Federación de comunidades nativas Yanesha.

“Mi intención es formar academias sobre nuestra cultura en los lugares donde están los Yaneshas y también los Ashaninkas que son nuestros más cercanos hermanos, los dos formamos parte del grupo lingüístico Arawat, lamentablemente para nuestra supervivencia muchas de nuestras tierras fueron tomadas antes por madereros y después por petroleras sin intención de reforestar, nos hemos opuesto pero como dijeron que éramos perros del hortelano no nos han hecho caso”.

Enviado por Luisa Febres

www.amazoniamagica.com

jueves, 26 de enero de 2012

Homenaje a HUMBERTO CASTELBLANCO creador del FESTIVAL INTERNACIONAL DE TEATRO, en San Martín

Gloria eterna al teatrista de la integración escénica latinoamericana

HUMBERTO CASTELBLANCO... los que te conocimos lloramos tu partida inesperada...

Tu figura quijotezca revestido de atuendos de típicos diseños con los colores da la bandera tahuantinsuyana -que admirabas de sobre manera, por ello aspiraste a tener algo tuyo en el lugar que aun trasciende a raices ancestrales, "Lamas y tu comunidad quechua" de tus queridos waukis- deja huellas profundas en los caminos teatrales de nuestra America Latina. 

Te recordaremos como  el juglar moderno, que de tierras colombianas salio cual río a irrigar las áridas conciencias, con mensajes de amor y libertad, de solidaridad y justicia social, a través de las historias recogidas del riquísimo repertorio popular de la literatuta tradicional de los pueblos que visitaste. Tus muñecos, descanzarán por un tiempo sus travesuras, tu flauta dulce entonará un "requien" al hombre creador del FESTIVAL INTERNACIONAL DE TEATRO, en San Martín, evento de desgraciadamene no alcanzó la brillantés que anhelabas, por la indiferencia de las autoridades, que tanto hablan de arte pero -por ejemplo-  no sueltan  sol para el fomento del teatro, con presencia de compañías de mayor trajín escénico.

Gracias por darme la oportunidad de ser una de las personas, a quienes brindaste tu amistad desde que llegaste a estas tierras, en mis oídos repicará el "hola julín" con el cual se iniciaba el encuentro que la vida nos señalaba. Y en el más allá escucharás el "Hola colocho" que gentilmente contestaba.

Hasta siempre mi hermano... Descanza en Paz en la gloria de nuestro Dios.

Un abrazo eterno 

Julio Wilber


Un homenaje postumo a este gran actor de teatro....que siempre amo a los waykis de la comunidad del wayku...

HUMBERTO CASTELBLANCO ROBERTO; el gran maestrom, quien trajo teatro de todo el mundo a nuestra amazonia; con el "FESTIVAL INTERNACIONAL DE TEATRO - AMAZONIA", durante 6 años. Falleció  ahogado  en un río, al sur de chile, hace tres dias, durante la realizacion de un festival de teatro, la noticia salió en los periódicos locales  y por amigos del actor.

JUGLAR DE AMERICA!! que pena tu partida... te vamos a recordar siempre...



Nota: Julio Wilber Pareja es docente, actualmente es director Director del Taller de Creatividad Artística "Hormiga"


Enviado por Tomas Cotrinam  gestor cultural.

sábado, 21 de enero de 2012

Etnocidio y ecocidio en la Amazonia ecuatoriana

Por: Byron Mora Gaibor


La denodada lucha por el cuidado del ambiente, que desde hace décadas ha enfrentado a políticas estatales depredadoras, en estos días ha tomado una curva peligrosa: se ha convertido en un negocio.


El carbono se ha convertido en mercancía y Estados que se proclaman conservacionistas ambientales no dudan en asociarse con empresas transnacionales históricas y nuevas para, irracionalmente, explotar agua, biodiversidad y recursos energéticos y genéticos. Lo detestable es que los líderes de esos Estados usan principios y fundamentos ambientalistas, cuando no de desarrollo económico y social, para justificar la realización de los depredadores negociados.

Ante esa realidad, los Guardianes Ambientales tenemos como fines y objetivos sustantivos no cuidar el ambiente, sino convivir con  él, con su entorno humano y natural, con el fin de que no solo se preserve, sino que sea aprovechado óptimamente, en beneficio de la sociedad, de la sobrevivencia humana, del ecosistema, del buen vivir.

Es que de lo que se trata es lograr explicar en la realidad la teoría y no al revés. Por nuestro trabajo, los pueblos amazónicos diariamente se preguntan si no es verdad que vastas zonas de la región no están en grave peligro, porque escuchan, con más intensidad, que avanzan negociaciones estatales para concretar explotaciones mineras, petroleras, energéticas  y genéticas, bajo supuestos procesos de desarrollo, sin tener en cuenta que el capitalismo no tiene corazón ni conciencia y ahora opera bajo el funesto triángulo naturaleza-mercado-capital.

El refugio natural Yasuní ya ha sido enclaustrado en ese triángulo y no solo ha sido puesto en licitación filantrópica, sino que es la potencial reserva de explotación hidrocarburífera para alimentar la Refinería del Pacífico, la que ya debía haber estado en operación, según el proyecto inicial, pero esta sumida en profundo retraso, no solo por la oposición a la explotación de los campos amazónicos ITT, sino porque Venezuela no ha aportado el dinero contemplado  para el efecto. Por ello la lentitud de su avance.

Pero, como se dice, es la joya de la corona. Lo invisible es que, para el pueblo amazónico, el Estado diseña proyectos obligándole a realizar monocultivos, olvidando el principio fundamental y constitucional de la soberanía alimentaria. Poniendo en riesgo los cultivos tradicionales, la pérdida de la cultura alimentaria y, como extensión, perjudicando la salud de los campesinos amazónicos, muy proclives al cáncer por la cada más intensa contaminación de aguas y, más aún, porque las lluvias en la región, han mutado en lluvias o torrenciales aguaceros cargados de CO2 y azufre. Son lluvias ácidas que perjudican severamente la salud.

Efecto de ello es la desaparición  de los pueblos Tetetes y Sansahuaris, ya por la influencia de la transnacional estadounidense Texaco, ya por procesos de aculturación, ya por la devastación de la población por las contaminaciones de su hábitat. Este es un saldo trágico sobre el cual debe meditar el Estado antes de autorizar y expandir explotaciones petroleras, auríferas, energéticas y genéticas. Guardianes Ambientales está atento ante estos procesos.




Nota:
Artículo preparado por Guardianes Ambientales 
Nueva Loja Sucumbíos Ecuador 
Byron Mora Gaibor
Sociólogo con estudios en Antropología 
en Universidad de Salamanca España

Enviado por  oxigeno.amazonia@yahoo.com

martes, 3 de enero de 2012

Competitividad e Innovación Regional. ManComunidad Amazonas - CajamaRCa - La LibeRtad - San Martín



“Los recursos económicos básicos ya no son el capital, los recursos naturaleso el trabajo. Los recursos básicos son y serán el conocimiento. [...] El valor es ahora creado por la productividad y la innovación, ambos generados comoconsecuencia de la aplicación del conocimiento al trabajo.”
 


Peter Drucker,  

1996


PRESENTACIÓN
La integración de la planeación estratégica macroregional con la innovación y eldesarrollo de tecnologías apropiadas no es una tarea fácil. Esta exige acopiar diversainformación dispersa y estructurarla de tal manera que sirva como una fuente másexpeditiva para la implementación de planes concertados interregionales que ponganen valor las ventajas competitivas para una economía sostenible y socialmenteinclusiva en el largo plazo.

El presente trabajo realiza dicho acopio informativo en cuatro regiones del norte del Perú, que vienen trabajando un proyecto conjunto de mancomunidad interregional,a saber: Amazonas, Cajamarca, La Libertad y San Martín. A modo de plan piloto seofrece una primera visión de conjunto en aspectos relacionados a la innovación y lacompetitividad. Como se describe en el plan estratégico concertado de cada región, hay ciertas concordancias en los ejes estratégicos de cada cual, que articuladas sistemáticamente pueden llevarlas a una integración y desarrollo socio-económicosignificativo.

Es importante enfocar el planeamiento estratégico hacia la competitividad e innovación interregional. El nuevo escenario global exige una retroalimentación constante en losprocesos de producción, una integración estructural y orgánica de las regiones, nopor delimitación territorial, sino más bien por sus condiciones geográficas, socialesy económicas, que    conformarían un bloque real que participe en el dinamismocomercial planetario.
Los índices de competitividad regional en la macroregión Norte son variados, cuantitativamente tenemos: Amazonas 0,3413, Cajamarca 0,3927, La Libertad 0,5711 y en San Martín 0,3682, y cualitativamente: Amazonas es la región que más invierte en ciencia  y tecnología, Cajamarca destaca en la reforestación de su territorio, La Libertad en el acervo de deuda pública y San Martín en el superávit fiscal del Gobierno Regional.

Estas complementariedades articuladas inteligentemente podrían transformarse en una oportunidad para el fortalecimiento conjunto e inclusivo interregional. La innovación tecnológica y la investigación científica en el norte del Perú aún es incipiente. Sin embargo, las potencialidades que ofrece con la gran diversidad derecursos naturales, agroforestales, hidrobiológicos, mineros, energéticos y turísticosvisualizan una perspectiva positiva que permitiría hacer frente a algunos de los nuevos retos del siglo XXI. En la contribución a este esfuerzo destacan los GobiernosRegionales, las universidades, las empresas e instituciones de la sociedad civil, queharán de la planeación estratégica orientada hacia la innovación una necesidad y reto continuo.

lunes, 12 de diciembre de 2011

José María Arguedas: anecdotario mínimo

Por
 Stefano Varese






 Debe haber sido en el verano de 1967 o 1968 cuando logré invitar a José María Arguedas a la casa de playa de San Bartolo que mi padre Luis y su esposa Rita rentaban para el placer de todos nosotros hijos, hijastros y amigos que siempre llenaban cualquier casa que mi padre tocara con sus generosas manos lígures. Arguedas llegó con Sybila, creo que en carro que ella misma manejó, y se instaló en el patio asoleado, bajo una sombrilla protectora y discreta, atendido por la excesiva hospitalidad que Rita solía dispensar a cuanta persona entrara a la casa. Tenía yo veintiocho o veintinueve años, un doctorado en etnología recientemente logrado y una admiración respetuosa y un tanto atemorizada de esta persona menuda, de ojos claros, de facciones que hubieran podido ser de algún pariente lejano de Génova o Turín. En 1965, Arguedas había estado unos pocos días en Génova invitado a un congreso de escritores. Creo recordar que yo había usado esa excusa para convencerlo de que pasara un día en la playa con nosotros y remembrara, distrayéndose, los recuerdos de su viaje a Italia, a la tierra de mi padre y de Rita, entre unos vinos y unas pastas muy genovesas de «pesto» y recuerdos  que aparecían siempre como por milagro en la mesa de nuestra casa.
En mi escasa década de vida en Perú —había yo llegado de Italia, después de tres días de avión turbohélice sobre el Atlántico y las Américas, al aeropuerto de Talara a fines de 1956— José María Arguedas y yo habíamos coincidido en varias y poco predecibles ocasiones. Quizás en Génova en 1965, en una de esas ‘sincronías’ de las que habla Carl Gustav Jung, él buscando a escritores que entendieran su pasión andina, yo en el intento reiterado cada cierto tiempo de cercenar mis nostalgias y sepultar en el olvido las tierras de mis infancias. Después, a través de maestros comunes cuando en las clases magistrales de Jorge Muelle y Jean Vellard, a pocos años de distancia uno de otro, escuchamos parecidas invocaciones a la inteligencia, sensibilidad y apertura mental —y emocional— para con los pueblos originarios de América. O tal vez cuando el maestro Jorge Puccinelli, Decano de Filosofía y Letras de la Universidad de San Marcos, en algún momento le comentara a Arguedas que el Departamento de Antropología de San Marcos se hubiera podido beneficiar con el joven Varese, tan metido en esas cosas exóticas de la selva amazónica y tan poco apreciado por el jefe, José Matos Mar, por sus innegables vínculos con la Universidad Católica y su muy conservador director de tesis el «pied noir» argelino Jean A. Vellard. Algo debió funcionar, porque en 1967 ingresé como profesor asistente al Departamento de Antropología en San Marcos y, el mismo año, Arguedas me invitó a dar unas clases sobre la Amazonía en el Departamento de Sociología que él dirigía en la Universidad Agraria de La Molina.

De José María Arguedas en San Marcos, tengo recuerdos fragmentarios y calurosísimos. Aparecía en las reuniones de un departamento de antropología en el que yo y otros profesores jóvenes no nos sentíamos muy bien recibidos, infundiéndonos, con su timidez e inseguridad, toda esa fuerza que él parecía no tener y que nos dispensaba a su pesar. Recuerdo un día, quizás un año antes de su muerte, en el que de repente, sin aviso alguno, al comenzar la reunión formal del departamento, Arguedas se lanzó a hablar en quechua a todos los miembros del departamento. Algunos de nosotros —yo y Alejandro Ortiz Rescaniere, creo— nos quedamos honrada y discretamente callados dando la ilusión de que algo entendíamos. Después de tres años de clases con el maestro Teodoro Meneses, yo algo debía de comprender. El silencio más ambiguo y mortificante provino de los profesores quechua hablantes que se negaban, y negarían por mucho tiempo, a reconocer su condición de andinos quechuas. Fue en esa ocasión que la conversación en quechua entre José María Arguedas, Luis Lumbreras y Rodrigo Montoya marcaron en mi mente el comienzo de una amistad respetuosa de estos dos jóvenes colegas con quien pocos meses después daríamos un «coup d’état» en el departamento. Bajo el empuje de los estudiantes se formó el triunvirato Lumbreras-Montoya-Varese, que administró académicamente el departamento hasta su reorganización. Por años, este acto de rebeldía juvenil, implícitamente aprobado sino estimulado por Arguedas, nos costó a los tres la abierta hostilidad de José Matos Mar y por extensión de John V. Murra. Recuerdo que varios años después, ya en México, Murra me agredió de palabras por ese acto de insubordinación ante la autoridad intelectual y profesional de los maestros de la antropología peruana. Extrañamente, no le había quedado claro a Murra que esos eran los meses y años del movimiento estudiantil y obrero de Paris (1968), la masacre de estudiantes mexicanos en Tlatelolco (1968), el movimiento estudiantil de Berkeley, contra la guerra de Viet Nam, en los Estados Unidos y el movimiento de los derechos civiles de negros, indios y chicanos, y obviamente la joven Revolución Cubana. No pasaban impunemente por las mentes y los corazones de los estudiantes de San Marcos las muertes, sufrimientos y contradicciones morales y políticas que de alguna manera permitían sus años de ciertos privilegios y de estudio.

La verdad es que, aun en el trato ocasional que teníamos en San Marcos y en La Molina, me encariñé con Arguedas. Intuí que fue él quien entendió la importancia del estudio de los pueblos indígenas de la Amazonía y ayudó a abrir un área de estudios amazónicos tanto en San Marcos como en La Molina. No sé si tuvo alguna influencia en la decisión del Decano de Filosofía y Letras Jorge Puccinelli de apoyar, en 1967, la creación del Centro de Investigaciones de Selva en el «Instituto Raúl Porras Barrenechea» de San Marcos. Creo saber, sin embargo, que el antropólogo quechua hablante Mario Vásquez consultó con Arguedas sobre mis trabajos en la selva y fue precisamente en el Centro de Investigaciones de la Selva donde Mario Vásquez y Carlos Delgado fueron a buscarme, después de octubre de 1968, para proponerme trabajar en las reformas agrarias, territoriales y sociales que postulaba la revolución velasquista para la selva amazónica.  No consulté con Arguedas este ofrecimiento un tanto arriesgado por parte de una «revolución» que parecía, y no, espuria y socialista. Acepté el nombramiento. Ni siquiera recuerdo bien si llegué a conversar largamente con él durante este primer año del velasquismo y menos si él hubiese aprobado esta decisión mía. Entre 1967 y 1969 trabajé con mi amigo Alberto Chirif en la producción de un disco de música aguaruna y campa asháninka. En algún momento, José María Arguedas nos presentó a su amigo el musicólogo Josafat Roel quien ofreció escribir «Algunas Anotaciones sobre la Música» aguaruna y asháninka del disco. El disco fue publicado finalmente, poco antes de la muerte de José María Arguedas, bajo el sello de la Casa de la Cultura y el Centro de Investigaciones de Selva del Instituto Raúl Porras Barrenechea de San Marcos.

Han pasado 38 años desde que vi a José María Arguedas.  Su muerte me enfadó muchísimo, como me enfadaron después otras muertes por suicidio, la de Mario Vásquez con quien me unía la ilusión por la revolución velasquista, la ambigua muerte autoinfligida de mi querido colega y más que amigo, Guillermo Bonfil Batalla, el mexicano que me abriera las puertas de su país «profundo» y la última penosísima muerte del novelista indio Louis Owen, colega en mi departamento de la universidad de California de Davis. A todos los enfados siguió el duelo dolorido y la nostalgia y la conciencia de la ausencia y la soledad y el retorno limpio de los recuerdos. Pocos instantes de cercanía reencontrada y celebrada en la intimidad de una memoria incierta.

Este texto sobre Arguedas circuló previamente en Martin, Revista de artes y letras de la Universidad San Martín de Porres, año IV, número 10-11, Lima, noviembre 2004 (141-143).

Fuente:








Nota

 En el Centenario del nacimiento de nuestro querido escritor y antropólogo José María Arguedas y con ocasión de cumplirse  42 años de su fallecimiento, un revelador y delicioso texto de Stefano Varese que nos desucubre el interés y apoyo a la investigación de la Amazonía del embremático escritor del mundo andino.

Reproducimos también el discurso emitido en la ceremonia de inauguración de la 52 edición del Premio Literario Casa de las Américas de Cuba  dedicado a la novelista José María Arguedas como parte de las celebraciones por el centanario de su nacimiento, publicado en La Ventana  portal informativo de la Casa de las Américas.

Discurso del investigador y antropólogo peruano Stefano Varesse ―invitado especial a la recién finalizada edición 52 del Premio Casa de las Américas―, previsto para la inauguración del certamen, el 17 de enero 


por Stefano Varesse 

El día de mañana, 18 de enero de 2011 se cumplen exactamente cien años del nacimiento en Andahuaylas (Sur-Andino peruano), de José María Arguedas, poeta de las lenguas quechua y castellana, escritor, novelista, ensayista, etnólogo, y sobre todo héroe cultural andino e indígena que se definía a sí mismo como «un demonio feliz (que) habla en cristiano y en indio, en español y en quechua… (y añadía) Yo no soy un aculturado». 

Treinta años antes de su muerte, en 1966, Arguedas publicaba el poema en quechua, “Huk Ducturkunaman Qayay” (“Llamado a algunos doctores”)[1], que define su relación ambigua y torturada con la Academia y la intelectualidad criolla europeizante, cito:
    Dicen que ya no sabemos nada, que somos el atraso, que nos han de cambiar la cabeza por otra mejor. Dicen que nuestro corazón tampoco conviene a los tiempos, que está lleno de temores, de lágrimas, como el de la calandria, como el de un toro grande al que se degüella; que por eso es impertinente; Dicen que algunos doctores afirman eso de nosotros; doctores que se reproducen en nuestra misma tierra, que aquí engordan o que se vuelven amarillos. Que estén hablando, pues; que estén chismeando si eso les gusta. ¿De qué están hechos mis sesos? ¿De qué está hecha la carne de mi corazón? Los ríos corren bramando en la profundidad. El oro y la noche, la plata y la noche temible forman las rocas, las paredes de los abismos en que el río suena; de esa roca están hechos mi mente, mi corazón, mis dedos. ¿Qué hay a la orilla de esos ríos que tú no conoces, doctor? Saca tus binoculares, tus mejores anteojos. Mira, si puedes. Quinientas flores de papas distintas crecen en los balcones de los abismos que tus ojos no alcanzan, sobre la tierra en que la noche y el oro, la plata y el día se mezclan. Esas quinientas flores, son mis sesos, mi carne. Las cien flores de la quinua que sembré en las cumbres hierven al sol en colores, en flor se ha convertido la negra ala del cóndor y de las aves pequeñas.
Creo que es legítimo afirmar que la elite intelectual criolla del Perú consideró a José María Arguedas como un traidor de clase y de etnia. Nacido “blanco” (wiracocha-misti), de padre abogado y juez, miembro de la pequeña burguesía provinciana andina, fue relegado por su madrasta a vivir con los sirvientes quechua de la hacienda. Allí, el niño José María fue nutrido en lengua quechua por el calor y la comprensión de los comuneros andinos. Estos años formativos transformaron a Arguedas en un runa andino, de ojos azules y piel clara, capaz de usar con igual soltura el castellano y el runasimi quechua, la cultura andina y la versión criolla de la cultura del coloniaje euroamericano; pero sobre todo se formó el hombre comprometido con toda su pasión en la lucha de liberación de los pueblos indígenas andinos. 

La paradoja ―y tragedia― de la vida de Arguedas es que, en su posición de intérprete, traductor y activista político-cultural del mundo indígena, ha sido impugnado tanto por la elite intelectual criolla, como por el emergente academicismo indígena en vía de asimilación cultural. 

De Arguedas algunos críticos literarios andinos han podido decir que fue un wakcha, un huérfano, un solitario, un abandonado, mientras la izquierda desvariada de Sendero Luminoso lo acusaba de “andino lloriqueante” y la derecha fundamentalista, en su versión literaria, le reprochaba ser un pasadista y un utopista arcaico. El diálogo político, literario, cultural que Arguedas quiso establecer entre los pueblos indígenas, la antropología académica y la inteligencia criolla peruana, fracasó. La formación colonial y eurocéntrica de la intelectualidad urbana no estaba preparada, ni lo está, para aceptar una conversación que implique un auténtico proceso de descolonización, el reconocimiento de la existencia de diferentes epistemologías y axiologías, la plena legitimidad y viabilidad de cosmologías otras, de visiones y reinterpretaciones del mundo que pertenecen a otros paradigmas de civilización. 

Un caso obvio. La ineptitud de Mario Vargas Llosa para ver, reconocer, interpretar y finalmente comprender al Perú profundo, al Perú indio, al Perú multiétnico milenario y contemporáneo, al Perú que es precolonial, colonial y neocolonial; tradicional, moderno y posmoderno al mismo tiempo. Esta incapacidad de estructural nos revela el grado de sumisión acrítica de la intelectualidad liberal latinoamericana a la ficción de una “Historia Universal”, que es finalmente la historia de la expansión del Occidente euroamericano sobre el resto de la humanidad mundial a golpes de fierro y fuego y de los embustes del capital. 

Para que los “pueblos sin historia”, los indígenas de América y del mundo puedan seguir sometidos y desinterpretados, los José María Arguedas tienen que ser silenciados, desvirtuados o arrinconados a las márgenes de la intelectualidad oficial bajo el rubro de nostálgicos del pasado y enemigos de la modernidad. 

No es extraña, pues, la coincidencia histórica de José María Arguedas con otro pensador indígena quechua que tres siglos y medio antes escribiera una carta de más de mil folios al rey de España Felipe III denunciando los abusos de los españoles invasores del estado Inca y las virtudes de la sociedad y civilización indígena de los Andes. La Nueva Corónica y Buen Gobierno (1615) del intelectual andino Huamán Puma de Ayala intentaba establecer un puente de diálogo civilizacional entre la España posmedieval y el estado indio de Tawantinsuyo, a través de la primera crítica sistemática del colonialismo europeo en las Américas. 

Huamán Puma se oponía con fuerza al poder y gobierno de los invasores extranjeros argumentando a favor de la restitución de las tierras y territorios indios así como del restablecimiento del modo de gobierno indígena. En su aceptación de la irrevocable presencia del cristianismo cultural y político español Huamán Puma de Ayala llega a reconocer ―como lo hiciera siglos después José María Arguedas con la cultura urbano- criolla― unas cuantas virtudes de los ideales del Occidente. 

Huamán Puma reconoce que no todo es rapacidad, robo, engaño y violencia en la fe de España traída al Perú, sin embargo, la cristiandad del nuevo país criollo-indio-mestizo con su supuesta ética de compasión debe ser capaz de reinterpretar la cosmología que sustentaría este “renovado contrato social”. 

En su dibujo del “Mapamundi del Reino de las Indias” (1615) Huamán Puma pone al centro del mundo no a Jerusalén, sino el Cusco, como debe ser, y los seis ejes cósmicos ―norte, sur, oriente, occidente, nadir y cenit― corresponden al ordenamiento del Tawantinsuyo y de la Pacha (janac pacha, mundo de arriba y uju pacha, mundo de abajo). 

Tres siglos y medio después de las anotaciones de Huamán Puma, en los pueblos indígenas andinos perdura el principio de que espacio y tiempo son dos conceptos indivisibles, ambos recogidos en los términos y prácticas sociales tales como turpay pacha (el tiempo-espacio de la cosecha); kay pacha (el tiempo-espacio en que vivimos) y el concepto fundante del tiempo-espacio andino: ñawpa pacha que es definición del pasado y al mismo tiempo marcador de futuro, el tiempo por venir.[2] 

En esta concepción tan indoamericana de un futuro que se dibuja desde atrás, desde el pasado, desde un pasado que se encuentra en el presente y que generamos todos los días con nuestro actuar cósmico, que hay que discernir e interpretar el pensamiento y la práctica utópica india. La “utopía arcaica” a la que se refieren con cierto desprecio los criollos posmodernos neoliberales existen y habitan los Andes, el Amazonas, Mesoamérica y el Mapu, las tierrasyoemé y diné y los barrios indios de San Francisco, California, es decir, la América indígena toda. Se trata del futuro de justicia social, de una comunalidad (un ayllu, una parawa, una guzún), una comunalidad de reciprocidades y de un mundo relacional igualitario entre todos los entes del universo —tangibles e intangibles/ físicos y bióticos—, es decir, un universo de parientes, con los que hay que ponerse de acuerdo todos los días. 

Lo arcaico, en los proyectos indios, es el principio fundante del orden, tal como le dijo a José María Arguedas un campesino quechua iletrado respondiendo a la pregunta: “¿Qué es Inka?”. “Inka es el principio fundante de todas las cosas”, fue la respuesta. 

De allí la plena vigencia hoy día de la narrativa andina de Inkarí, el otro gran aporte de Arguedas a la comprensión del mundo indígena. Inkarí, el ser desmembrado, cuarteado, enterrado en pedazos a lo largo de los Andes que se va recomponiendo en el ñawpa pacha: tiempo-espacio/presente- pasado-futuro. Cuando el cuerpo completo de Inkaríse haya recompuesto, es decir, remembrado, el proyecto social andino volverá a resurgir. 

Deseo concluir estas palabras con una advertencia de antropólogo. Hay en las Américas del tercer milenio entre 40 y 50 millones de indígenas, millón más, millón menos. Durante seis siglos los pueblos indígenas se han resistido a desaparecer y se han adaptado a todos los cambios impuestos a la fuerza, de atrocidad en atrocidad, de abuso en abuso, de injusticia en injusticia. La tragedia y masacre de los pueblos awajún y wampis en Bagua, en la Amazonía peruana, en 2009 es un hito más en la larga historia de resistencia de los pueblos indígenas de las Américas. Lo que revela la insurrección de Bagua es que el paradigma indígena de una civilización más humana, igualitaria, de justicia relacional con el paisaje históricamente construido (el ñawpa pacha), se está confrontando con fuerza, inteligencia y organización a la alternativa política destructora y genocida del capitalismo salvaje globalizado impuesto desde el imperio. 

Añado dos consideraciones finales: una pesimista y otra esperanzada; las quiero expresar de manera radical: yo no creo que sea posible concesión y negociación alguna con la propuesta distópica del capitalismo global de los fundamentalistas neoliberales. La descivilización impuesta por el capital ha tenido más de 500 años de tiempo para demostrar su capacidad de civilización justa y humanística, moral con la humanidad y el cosmos, atenta al espíritu y a la belleza. No lo ha logrado, ni parece desear lograrlo. 

La segunda consideración y proposición esperanzada es que el diálogo inviable con el capitalismo de la distopía hay que sustituirlo por una conversación honesta y profunda con el otro paradigma de civilización ―el paradigma indígena― y repensar el futuro común, el socialismo, la justicia social, la ética ambiental, la democracia cultural y la misma belleza de la vida (“el buen vivir”) juntos, en solidaridad y en aprendizaje compartido con los pueblos indígenas de las Américas. 

Y esta me parece ser una enseñanza que nos dejó José María Arguedas y esta es también es la propuesta que nos ofrece hoy Casa de las Américas con el lanzamiento de su Programa de Estudios sobre Culturas Originarias de América. 

Con razón José María Arguedas lanzaba desde el avión que lo traía a Cuba estos versos el día 16 de enero de 1968: 

“A Cuba” —Cubapaq 

Estoy llegando a ti,
Pueblo que ama al hombre;
Pueblo que ilumina al hombre,
pueblo que libera al hombre,
amado pueblo mío.
Dentro del avión-águila escucho tu palabra,
la voz, el grito de setecientos maestros y poetas,
palabras inspiradas en ti,
tan altas como el Sol.
Eres tú, ahora, pueblo de Cuba, simiente del mundo
del cielo y de la tierra.
Chayamushkayki
runa kayaq,
runa kanchariq,
runa qespichik,
llaqtallay, llaqta
Kay wamani avionpa qasqon ukupi uyarini rimayniyta
qanchis pachak amautakunapa, harawikunapa
rimasqanta qaparinqanta.
Inti sasyayta rimaykamusqanku
qamrayku
Qanmy kanki, kunan, Cuballaqta mundupa rurun
hanaqpachapa, kaypachapa.
 

Notas: 


1- Cito textualmente de una carta que me ha enviado mi amigo y colega el antropólogo boliviano quechua-hablante Guillermo Delgado, profesor en la Universidad de California, Santa Cruz. Guillermo ha hecho la traducción al castellano y al inglés de los poemas J. M. Arguedas que cito en este texto. 


2- Gran parte de este párrafo se sustenta sobre el extraordinario ensayo de Eusebio Manga Quispe titulado: “Dos concepciones espacio-temporales para dos mundos. Ñawpa y ñawpa-n: encaminadores de kay pacha” publicado enCiberayllu (7 marzo, 2010) http://www.ciberrayllu.org. 

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Stefano Varese, investigador y antropólogo italo-peruano especializado en pueblos indígenas/nativos de América. Es miembro del Departamento de Estudios sobre Nativos Americanos de la Universidad de California, Davis. Entre los temas de su interés se encuentran: desarrollo de las comunidades indígenas, el desarrollo agroecológico y sostenible, culturales, económico y la libre determinación política, la gestión territorial, la migración rural-urbana, la migración transnacional, la gestión de los recursos culturales, las estrategias de mitigación de la pobreza, los derechos humanos.

Su Sitio web: www. nas.ucdavis.edu/varese/varese.html

www.AmazoniaMagica.com