Roger Rumrrill
Uno de los mitos más vivos en la memoria del pueblo Asháninka es el de Paquitzapango o la casa del águila amazónica. Narra la historia de Paquitza, el águila que construyó su guarida en los inaccesibles muros del cañón del río Ene. Desde su pétrea atalaya el águila vigilaba a los balseros Asháninka que se aventuraban por el cañón y que siempre, ineluctablemente, terminaban como alimento del voraz Paquitza.
Antes de ser exterminados por Paquitza, los Asháninka le tendieron una trampa: esculpieron con barro y látex de shiringa la imagen de su Apu y le colocaron en una balsa y con él como pasajero bajaron por el Ene. Paquitza voló raudamente a capturar a su presa, pero sus poderosas garras quedaron fuertemente adheridas y pegadas a la mezcla de caucho y barro.
Paquitza ha vuelto al río Ene. Esta vez tiene el nombre de Central Hidroeléctrica Paquitzapango y es uno de los seis megaproyectos que los presidentes Alan García y Lula da Silva suscribieron el 28 de abril pasado para la integración energética entre el Perú y Brasil.
Para Ruth Buendía Mestoquiari, la presidenta de la Central Asháninka del Río Ene, los indígenas son convidados de piedra de este proyecto: nadie les ha consultado nada. Sin embargo, el proyecto implica la construcción de tres represas de 165 metros de altura que deben provocar la inundación de 40 mil hectáreas de bosques y el traslado forzado de decenas de comunidades.
En estos días que viajo por la selva central escucho que los Apus están tramando cómo cortar las garras y las alas del nuevo Paquitza que amenaza sus vidas.
Fuente: Diario La Primera
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